lunes, 27 de julio de 2009

Llamada a 3

Hace un tiempo decidí gastar tiempo en cosas que realmente me llenaran. Cansada de hacer lo que siempre se cree correcto, como un millon de cursos de idiomas (porqué con idiomas de va a todas partes), creí necesario hacer lo que realmente me gustaba...o almenos en parte.
Ya fuera ganchillo, papiroflexia o montar a caballo. Así que sin necesidad de pensarlo mucho me apunté a curso de escritura. Llevo toda la vida escribiendo en trozos de papel historias, pensamientos e ideas que van derechos a la basura por verguenza o por falta de mérito reconocido, pero poco a poco la autoestima y la técnica van en augmento.
Aquí os dejo un relato que será publicado en el libro de antologias de la Editorias este año. No sé si realmente es bueno, pero si que provocó alguna que otra carcajada. Con eso y con que no sepan que está basado en hechos reales...soy feliz.


—¡Hola nena! ¿Estabas durmiendo? —grita una voz enérgica al otro lado del teléfono.
—¿Mmmmmmm? —balbucea Marta como puede intentando despegar los labios y los ojos.
—¿No te despierto, no?
—¿Mamá? ¡Son las siete y media de la mañana de un sábado! —Marta intenta que no se le caiga el teléfono mientras se incorpora un poco en la cama y mira el despertador de la mesilla de noche.
—Pues por eso. Óyeme. ¿Vas a venir a comer mañana?
—No se mamá —le sale sin tener todavía conciencia del mundo— yo…
—Voy a cocinar pescado. Fresco. Ese que tanto te gusta. ¿Sabes el amigo de tu padre, aquel que tiene un barco y pesca a veces? Pues nos ha regalado dos kilos de…. —escupe de carrerilla y sin coger aliento.
—Mamá... —le interrumpe la soñolienta hija— espera un momento que me llaman por la otra línea —intenta acertar con el botón de llamada en espera y contesta—. ¿Si?
—¿Marta? — susurra una vocecita desde el otro lado.
—Sí. ¿Ana? ¿Pero dónde estás? —pregunta sin entender nada aun y empieza a pensar que realmente no es la hora que cree o que le están gastando una broma pesada.
—Estoy en el lavabo —cuchichea intentando subir un poco más la voz—. Oye, no puedo hablar muy alto. ¿Te acuerdas del camarero de anoche? —le pregunta mientras se mira las ojeras en el espejo e intenta arreglarse un poco el pelo.
—¿El niño aquel? —intenta recordar.
—Bueno, pues anoche parecía mayor —suelta con ironía Ana.
—¡No! —Se incorpora de golpe en la cama—. ¡Pero si no debe ser ni mayor de edad!
—Te dije que no me dejaras pasar del tercer gintónic —alza la voz y se tapa la boca cuando se da cuenta que ha gritado demasiado.
—¿Ahora tengo yo la culpa? Y que haces escondida en el wáter? —sonríe para dentro temiéndose lo peor.
—Se ha quedado dormido —le responde con indignación.
—Bueno. Normal. ¿No?
—No. Tenía que irse después y ahora está ocupando mi cama. No se tendría que haber quedado tanto tiempo. En unas horas llega Luís.
—¡Joder Ana! ¿No estaba de viaje?
—Sí, estaba —se lamenta.
—Oye. Espera un momento —y vuelve a pulsar el botón para recuperar la otra llamada—¿Mamá?
—Oye nena, ¿no tendrás a nadie ahí contigo, no? ¿Estoy molestando? —prueba de sonsacarle.
—No mamá. No hay nadie aquí conmigo —coge aire e intenta no perder la calma.
—Pues es una lástima. ¿No salías anoche?
—Sí, salí anoche y ahora tendría que estar durmiendo la mona.
—¡Ay, que pena hija mía! Oye, si quieres traer a alguien a comer mañana, a poder ser del sexo masculino…
—No mamá, no tengo que traer a nadie a comer mañana —se defiende poniendo los ojos en blanco.
—Va a venir tu hermano también —y añade con un poco de rin tintín— con la palillo.
—Susana, mamá, se llama Susana —coge aire y se llena de paciencia.
—Como se llame. No sé cómo no se ha fundido ya con el viento. Por lo que come más le valdría quedarse en casa —adjudica.
—Mamá, es modelo y…
—¿Modelo? ¿Qué clase de profesión es esa?
—Mamá, espera un momento que tengo a Ana en el otro lado —vuelve a pulsar la tecla del teléfono por segunda vez—. ¡Buf! Ana, perdona. Tengo a mi madre en la otra línea que me absorbe la energía de buena mañana.
—¡Será posible! ¿Cómo te atreves a hablar así de la mujer que te dio la vida?—grita la mujer con indignación —. ¡Catorce horas de parto! ¡Catorce! ¡Recuérdalo siempre antes de dirigirte así a tu madre!
—¡Joder! ¿Mamá? —se da un golpe en la frente y mira el inalámbrico maldiciendo a la tecnología moderna—. Perdona, aguarda —intenta volver a hablar con su amiga— ¿Ana?
—Marta, he tirado cinco veces de la cadena para ver si la cisterna lo despierta. Ni se inmuta —dice en voz baja desesperada.
—¿Porque no pasas la aspiradora?
—¿A las siete de la mañana?
—Mi madre seguro que a estas horas ya ha limpiado todo el piso. Hablando de mi madre, espera un momento —y esta vez intenta pulsar el botón correcto.
—Mamá. Ya estoy contigo. Es Ana que tiene un problemilla.
—¡Ana! Dale un beso de mi parte —se hace un silencio—. Espera un momento nena —se aparta un poco el teléfono y se oye gritar de lejos—. ¡Ya voy Juan! —retoma la conversación con su hija—.Tu padre no sabe hacer nada solo.
—Dale un beso a papá.—pide con cariño.
—Sí, ya se lo doy. Entre tú y yo —susurra al teléfono— desde que se ha jubilado no hay quien lo aguante. El otro día…
—Mamá, espera que voy a ver que hace Ana —y esta vez intenta poner más atención para acertar con el botón—. Ana ¿se ha despertado ya tu jovencito portento?
—¿Por qué Ana tiene un hombre en su cama y tú no?
—¡Mamá! ¡Joder! —da un salto de la cama y pone, por fin, los pies en el suelo—. ¡Mierda de teléfono! —y mira dos veces el auricular antes de pulsar de nuevo—. ¿Ana? —pregunta con recelo sin confiar que al otro lado aun este su amiga.
—Marta, este ni se mueve. Ronca como un hipopótamo. ¿No es muy joven para roncar así?-continúa con sus susurros y espiando por una rendija de la puerta al cuerpo tumbado en la cama.
—¿Por qué no le despiertas y le explicas que tiene que irse? —opta por decirle con la mayor sensatez que encuentra.
—Aix…Me sabe mal. Pobrecito. Es tan mono.
—Bueno, pues cuando llegue Luís le presentas a esa monada de diecisiete años que está en su cama.
—¡Joder! ¡Es verdad! Luego te llamo —y levantando la voz por primera vez cuelga el teléfono.
—¿Mamá? —Marta piensa que aún le queda una conversación por zanjar y espera que sea rápido.
—Bueno nena. Te espero mañana. ¿No? A ti sola —y recalca con malicia—. S-O-L-A.
—Sí mamá, nos vemos mañana. Qué remedio —suspira incrédula mirando de nuevo el reloj y sabiendo que ya no podrá volverse a dormir.

1 comentario:

Maxim dijo...

Querida y estimada Nessa, si me puedo dirigir así, a usted, me ha sorprendido agradablemente su sublime ironía respecto a la tecnología.
Grácil y airada conversación entre amiga, madre y amiga, en cuanto, también he de decir que he sentido un deseo irrefrenable de conocer a Anna, me la he imaginado alta, esbelta, cuerpo torneado de gimnasio, unos ojos verdes claros, melena morena ondulante deseosa de vivir una aventura, aun sudorosa viendo su amante tumbado en la cama, joven imberbe, con una sangre vigorosa y una energía emanante desde todos los poros de su piel, si bien, dicho prototipo de hombre me lo he imaginado media estatura, moreno, pectorales prominentes y unas abdominales bien trabajadas, aun carente de una conversación fluida y no mas deseoso de poder realizar la noche siguiente, un alarde de sexo desbocado con una diosa treintañera delante de sus compañeros de trabajo, mientras coloca los menesteres en un restaurante de moda cerca de un mar en calma y oyendo el rumor del mar.
Mi más sincera enhorabuena, espero con deleite la siguiente entrega, sin no más querer, que mis burdas apreciaciones no provoquen manía, si no enriquecer una escritora en potencia.
Felicidades Nessa

 

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