martes, 4 de agosto de 2009

Érase una vez....

Había una vez una princesa en una torre. Aquella princesa no estaba prisionera ni mucho menos. Porque ella lo tenía todo. Tenía un reino a sus pies, un castillo, riquezas, honores y títulos. Pero ella no quería nada de todo eso.
Ella quería los cuentos de hadas que su madre le contaba cuando era niña.
Subía cada día a esa torre y pasaba horas contemplando el bosque y el horizonte esperando que apareciera un príncipe azul a caballo.
Y no se conocía fama de que existiera ningún príncipe azul en el reino ni en los reinos de más allá, pero la princesa creía ciegamente el los cuentos de su madre, aquellos donde había una princesa prisionera en una torre y donde siempre aparecía un príncipe para salvarla.
Quizá creyera que esperando algún día aparecería, pero ni siquiera había pensado en si realmente podía existir. ¿Y en el caso que existiera quien le decía que sería su príncipe azul? Quizá fuera un imbécil, creído y mala persona o …que estuviera casado (a veces pasa).
Y si en algún lugar remoto de este mundo hubiera un príncipe azul…¿Queréis decir que se encuentra esperando en una torre?

21:00 p.m.

Lo mejor de todo es el momento de llegar a casa al final del día y saber que todo ha acabado por hoy.
Te estiras en el sofá hasta que se te duerme el brazo. Me encanta. Tirar los zapatos que te matan los pies. Abrir el armario secreto y prohibido del chocolate y buscar cualquier cosa en la tele. Cualquier cosa.
Silencio, sin histerismos….
Y las llamadas nocturnas de tus amigos para saber como te ha ido el día.
Creo que ya comenté que unos de mis mejores amigos des del accidente a los 8 años es Marc. Bien, pues el trío lo completa Laura.
Laura es un encanto. En cuanto me acostumbré a sus sermones me di cuenta que no podría vivir sin ella. Laura trabaja en una revista contestando a las cartas de los lectores. Siempre se queja y dice que no estudió psicología para pasarse la vida explicando a la gente como ser multiorgásmica, como subir tu autoestima o hablar de los sentimientos y amores imposibles de gente que no conoce de nada. Yo no me la creo. Sé que le encanta y para muestra un botón. Ella, como buena profesional que se considera, siempre contesta poniendo su alma en ello. El problema es que a veces es demasiado realista y sincera.

—Hola Nessa. ¿Qué tal el día?
—Pst…
—¿Qué pensabas hacer ahora?
—Pues supongo que ponerme a llorar con la novela que estoy leyendo, o buscar una peli mala en la tele, meterme en el cuerpo dos tabletas de chocolate y media botella de vino….¿sigo?
—Cancela todo eso tan importante que tienes que hacer. Nos vemos en el bar con Marc y su nueva….emmmm…¿Cómo coño tenemos que llamarla?
—¿Una nueva? Pero si hace dos días iba con…..¿Cómo de llamaba?
—Gloria, creo.
—No, esa es la de la semana pasada.

Marc cree que en algún lugar existe su mujer ideal, pero tiene que buscarla, claro. Y lo lleva a cabo tajantemente. Con su trabajo es fácil conocer mujeres, pero siempre le digo que fotografiando mujeres esqueléticas y muertas de hambre no la va a encontrar. Lo conozco, es mi mejor amigo y se que des de que le abandonó su mujer se ha construido un muro para no volver a sufrir otra vez y supongo que así cree que se protege.

—Bien, es igual. Quedamos a las diez.
—¿Quieres decir? Uf, yo ha me he puesto el pijama y…
—Nessa, no me empieces y mueve ese culo de abuela ochentona con gato que tienes.

Como para negarse.

Y sí, pueden parecer extraños, diferente o en realidad serán como todos, pero tienen una cosa que los diferencia de los demás: son mis amigos y los quiero. Nosotros tres y una buena botella de vino podemos solucionar el mundo en una noche.
La lástima es que no podamos arreglarnos a nosotros mismos. Pero estamos en ello. Así que iré a las diez o ahogar las penas y a conocer la nueva conquista de Marc.
 

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