miércoles, 29 de julio de 2009

7:00 a.m.

Lo odio. Odio el “ring” del despertador a las 7 de la mañana. Odio ese maldito ruido que te transporta a la realidad de golpe y con alevosía. ¡Qué rabia!
Ese ruido que te corta el sueño en dos cuando te encuentras en un país lejano vestida como una Geisha y ante una fila de pretendientes que pujan por pasar la noche contigo.
Entonces le das un fuerte golpe con toda la mala leche que te sale de dentro las entrañas e intentas volverte a dormir para descubrir el final de la historia, pero sabes que ya nada será lo mismo.
Lo odio. Tanto como cuando quien te despierta es el teléfono y sabes que al otro lado está tu madre dispuesta a darte la mañana, y el día entero si la dejas.
Aceptas que la mujer que te dio la vida te pregunte a esas horas que si has conocido a un hombre, si has comido cinco piezas de fruta o si te han subido el sueldo.
La mañana ya no empieza bien.
Cuelgas el teléfono con un suspiro y vendes tu alma al diablo por poder quedarte hoy en la cama, pero Lucifer no aparece cuando más lo necesitas así que te diriges a la ducha arrastrando los pies. Te miras en el espejo con cara de sorpresa, esperando quizá no encontrarte allí, y te estiras la cara y las ojeras recordando tiempos de cutis impecable.
Y cuando empiezas a cobrar vida debajo del agua, cuando decides ponerte tu champú caro para pelo castigado…entonces se corta el agua. Sin poder abrir los ojos gritas, abres y cierras el grifo de nuevo y vuelves a gritar. Sólo entonces recuerdas el cartel que leíste ayer en el ascensor: “A la comunidad de vecinos. Se informa que mañana de 7 a 14h. se procederá a cortar el agua de la escalera por reparaciones de tuberías comunitarias. El presidente”.

Exactamente, la mañana ya no empieza bien.

Gastas la garrafa de agua de 5 litros y el agua de la cisterna para enjaguarte el pelo. Ya vas tarde. Prepararas una cafetera pero te olvidas de ponerle café, te manchas la camisa blanca recién planchada (y era lo único que tenias limpio). Sales a la calle y llueve. Subes de nuevo a buscar un paraguas….
Vas muy tarde.
Y cuando llegas a tu puesto de trabajo te recibe la Sra. Armengol, tu medio jefa, con su cara de perro bulldog y ese semblante de “te salvo la vida”.

—Llegas tarde, una vez más. Y tienes una mancha en la camisa.


Y podríais pensar que estoy exagerando, que es imposible que en un solo día pasen tantas cosas. Señores y señoras creedme cuando digo que me estoy reservando la mitad de lo que me puede suceder en una jornada, que no quiero dar pena a nadie y que me queda mucho espacio por completar en este blog.

lunes, 27 de julio de 2009

Envidia sana.

El otro día hablando con una amiga nos confesamos que nos fijamos más en las mujeres que en los hombres. Y ahora no quiero hablar de nada relacionado con atracción sexual ¿vale?
En el fondo las mujeres siempre nos hemos comparado, criticado, envidiado...
Del mismo modo que somos capaces de decir abiertamente que una mujer es guapa o está buena, cosa que a los hombres les causa una cierta alergia, somos las más críticas con nosotras mismas.
Nos miramos en secreto, de reojo para comprobar que ella es más vieja o más joven que yo, más guapa o más fea o, importantísimo, más gorda o delgada.
Nos fijamos en los modelitos que llevan e incluso llegamos a copiarlos. Imitamos la ropa de las cantantes de moda, los peinados de las actrices y el estilo de las modelos de los catálogos. ¡Ilusas!
Cuando miramos las fotos de las portadas de las revistas de moda no podemos evitar un "está retocada", "demasiado delgada, está no se ha comido un helado en su vida" o "creo que es anoréxica".
¿Porqué somos así de perversas?
Después de tanto tiempo de estar bajo el poder de los hombres y luchar por una igualdad entre sexos, porqué no podemos alegrarnos por la otra si tras el régimen ha quedado estupedísima?
Y es que la envidia es muy mala.
Os diré más. Me encantaría saber que se siente, un sólo día. Que se siente sabiendo que tienes un buen cuerpo y una cara que no necesita un ápice de maquillaje para sentirte segura. Que se siente siendo una mujer que anda indemne y que provoca giros de cabezas por donde vaya, una mujer que no le importe lo que las demás puedan llegar a pensar de ella. Sólo por un día.
Sí, ya se que la belleza está en el interior y todas esas cosas, pero...
Por cierto. ¿Quien se inventó está soberana tontería?
Supongo que alguien que sabía que ser perfecto no tiene ninguna gracia...y muchos trucos.

Llamada a 3

Hace un tiempo decidí gastar tiempo en cosas que realmente me llenaran. Cansada de hacer lo que siempre se cree correcto, como un millon de cursos de idiomas (porqué con idiomas de va a todas partes), creí necesario hacer lo que realmente me gustaba...o almenos en parte.
Ya fuera ganchillo, papiroflexia o montar a caballo. Así que sin necesidad de pensarlo mucho me apunté a curso de escritura. Llevo toda la vida escribiendo en trozos de papel historias, pensamientos e ideas que van derechos a la basura por verguenza o por falta de mérito reconocido, pero poco a poco la autoestima y la técnica van en augmento.
Aquí os dejo un relato que será publicado en el libro de antologias de la Editorias este año. No sé si realmente es bueno, pero si que provocó alguna que otra carcajada. Con eso y con que no sepan que está basado en hechos reales...soy feliz.


—¡Hola nena! ¿Estabas durmiendo? —grita una voz enérgica al otro lado del teléfono.
—¿Mmmmmmm? —balbucea Marta como puede intentando despegar los labios y los ojos.
—¿No te despierto, no?
—¿Mamá? ¡Son las siete y media de la mañana de un sábado! —Marta intenta que no se le caiga el teléfono mientras se incorpora un poco en la cama y mira el despertador de la mesilla de noche.
—Pues por eso. Óyeme. ¿Vas a venir a comer mañana?
—No se mamá —le sale sin tener todavía conciencia del mundo— yo…
—Voy a cocinar pescado. Fresco. Ese que tanto te gusta. ¿Sabes el amigo de tu padre, aquel que tiene un barco y pesca a veces? Pues nos ha regalado dos kilos de…. —escupe de carrerilla y sin coger aliento.
—Mamá... —le interrumpe la soñolienta hija— espera un momento que me llaman por la otra línea —intenta acertar con el botón de llamada en espera y contesta—. ¿Si?
—¿Marta? — susurra una vocecita desde el otro lado.
—Sí. ¿Ana? ¿Pero dónde estás? —pregunta sin entender nada aun y empieza a pensar que realmente no es la hora que cree o que le están gastando una broma pesada.
—Estoy en el lavabo —cuchichea intentando subir un poco más la voz—. Oye, no puedo hablar muy alto. ¿Te acuerdas del camarero de anoche? —le pregunta mientras se mira las ojeras en el espejo e intenta arreglarse un poco el pelo.
—¿El niño aquel? —intenta recordar.
—Bueno, pues anoche parecía mayor —suelta con ironía Ana.
—¡No! —Se incorpora de golpe en la cama—. ¡Pero si no debe ser ni mayor de edad!
—Te dije que no me dejaras pasar del tercer gintónic —alza la voz y se tapa la boca cuando se da cuenta que ha gritado demasiado.
—¿Ahora tengo yo la culpa? Y que haces escondida en el wáter? —sonríe para dentro temiéndose lo peor.
—Se ha quedado dormido —le responde con indignación.
—Bueno. Normal. ¿No?
—No. Tenía que irse después y ahora está ocupando mi cama. No se tendría que haber quedado tanto tiempo. En unas horas llega Luís.
—¡Joder Ana! ¿No estaba de viaje?
—Sí, estaba —se lamenta.
—Oye. Espera un momento —y vuelve a pulsar el botón para recuperar la otra llamada—¿Mamá?
—Oye nena, ¿no tendrás a nadie ahí contigo, no? ¿Estoy molestando? —prueba de sonsacarle.
—No mamá. No hay nadie aquí conmigo —coge aire e intenta no perder la calma.
—Pues es una lástima. ¿No salías anoche?
—Sí, salí anoche y ahora tendría que estar durmiendo la mona.
—¡Ay, que pena hija mía! Oye, si quieres traer a alguien a comer mañana, a poder ser del sexo masculino…
—No mamá, no tengo que traer a nadie a comer mañana —se defiende poniendo los ojos en blanco.
—Va a venir tu hermano también —y añade con un poco de rin tintín— con la palillo.
—Susana, mamá, se llama Susana —coge aire y se llena de paciencia.
—Como se llame. No sé cómo no se ha fundido ya con el viento. Por lo que come más le valdría quedarse en casa —adjudica.
—Mamá, es modelo y…
—¿Modelo? ¿Qué clase de profesión es esa?
—Mamá, espera un momento que tengo a Ana en el otro lado —vuelve a pulsar la tecla del teléfono por segunda vez—. ¡Buf! Ana, perdona. Tengo a mi madre en la otra línea que me absorbe la energía de buena mañana.
—¡Será posible! ¿Cómo te atreves a hablar así de la mujer que te dio la vida?—grita la mujer con indignación —. ¡Catorce horas de parto! ¡Catorce! ¡Recuérdalo siempre antes de dirigirte así a tu madre!
—¡Joder! ¿Mamá? —se da un golpe en la frente y mira el inalámbrico maldiciendo a la tecnología moderna—. Perdona, aguarda —intenta volver a hablar con su amiga— ¿Ana?
—Marta, he tirado cinco veces de la cadena para ver si la cisterna lo despierta. Ni se inmuta —dice en voz baja desesperada.
—¿Porque no pasas la aspiradora?
—¿A las siete de la mañana?
—Mi madre seguro que a estas horas ya ha limpiado todo el piso. Hablando de mi madre, espera un momento —y esta vez intenta pulsar el botón correcto.
—Mamá. Ya estoy contigo. Es Ana que tiene un problemilla.
—¡Ana! Dale un beso de mi parte —se hace un silencio—. Espera un momento nena —se aparta un poco el teléfono y se oye gritar de lejos—. ¡Ya voy Juan! —retoma la conversación con su hija—.Tu padre no sabe hacer nada solo.
—Dale un beso a papá.—pide con cariño.
—Sí, ya se lo doy. Entre tú y yo —susurra al teléfono— desde que se ha jubilado no hay quien lo aguante. El otro día…
—Mamá, espera que voy a ver que hace Ana —y esta vez intenta poner más atención para acertar con el botón—. Ana ¿se ha despertado ya tu jovencito portento?
—¿Por qué Ana tiene un hombre en su cama y tú no?
—¡Mamá! ¡Joder! —da un salto de la cama y pone, por fin, los pies en el suelo—. ¡Mierda de teléfono! —y mira dos veces el auricular antes de pulsar de nuevo—. ¿Ana? —pregunta con recelo sin confiar que al otro lado aun este su amiga.
—Marta, este ni se mueve. Ronca como un hipopótamo. ¿No es muy joven para roncar así?-continúa con sus susurros y espiando por una rendija de la puerta al cuerpo tumbado en la cama.
—¿Por qué no le despiertas y le explicas que tiene que irse? —opta por decirle con la mayor sensatez que encuentra.
—Aix…Me sabe mal. Pobrecito. Es tan mono.
—Bueno, pues cuando llegue Luís le presentas a esa monada de diecisiete años que está en su cama.
—¡Joder! ¡Es verdad! Luego te llamo —y levantando la voz por primera vez cuelga el teléfono.
—¿Mamá? —Marta piensa que aún le queda una conversación por zanjar y espera que sea rápido.
—Bueno nena. Te espero mañana. ¿No? A ti sola —y recalca con malicia—. S-O-L-A.
—Sí mamá, nos vemos mañana. Qué remedio —suspira incrédula mirando de nuevo el reloj y sabiendo que ya no podrá volverse a dormir.

Dentro y fuera.

¡Qué bueno es recibir correo de los amigos! Sobretodo de esos que viven lejos y que tienen tantas cosas que contarte o simplemente ganas de saludarte para demostrarte que se acuerdan de ti.
Por eso cuando veo en mi bandeja de entrada alguno de esos nombres lo dejo todo y me lanzo a leerlo y, si puede ser, responder.
Pero el de hoy ha sido para contarlo. Mis compañeros de trabajo han sacado sus cabezas de los despachos para enterarse quien era la loca que se reía desesperadamente sin casi poder respirar (sé que leer el correo personal en el trabajo no está muy bien visto, pero que tire la primera piedra quien…).
El mail en cuestión era de mi amiga E* (vamos a mantenerla en el anonimato) que vive en otro país y que me informa semanalmente de sus compras, nuevas adquisiciones zapatiles, salidas y vida en general.
Bien, abro su mail y encuentro letras enormes (fuente 38 como mínimo) y de color rojo chillón anunciándome que habían cometido sacrilegio con ella. Me explica entre admiraciones que el día antes había ido a depilarse donde suele hacerlo normalmente. La chica en cuestión es una brasileña que también hace la manicura todo por un módico precio.
Y ya conocemos el significado de la depilación brasileña, así que nos imaginamos como se le puede ir la mano. E*, que siempre ha sido de ceja ancha, me escribe entre emoticones de sollozos y terror, que le ha dejado sin cejas.
—Dios mío Nessa! No veas el disgusto cuando me he mirado en el espejo! ¡Casi me pongo a llorar y todo! He llegado a la oficina esta mañana con gafas de sol y tentada estaba de no quitármelas. La gente me miraba y me decía que me veían diferente. Pero ya me lo tenía que haber imaginado. Hay que tener cuidado con ella porque en cuanto te descuidas se le va la mano. La primera vez que fui a depilarme las ingles casi me muero del susto. Vale que yo le dije que las quería bien entradas, pero el concepto de bien entradas para una brasileña es bastante diferente al nuestro.
—A mí, la verdad, me gustan las ingles bien depiladas también —le comento inocente.
—No Nessa, no me entiendes. Ella lo hace por dentro y por fuera. Y cuando digo dentro y fuera quiero decir dentro y fuera, por atrás y por delante.
—¿Dentro, quiere decir dentro de dentro? No me cuentes más que me empiezan a subir unos calores…
—Exacto. Dentro dentro. ¡Qué te quitan las braguitas y te crees que estás en la consulta del ginecólogo! Una vez y no más. Tendrían que prohibirlo en la Declaración de los Derechos Humanos por tortura. No veas cuando me vio mi novio. Aún lo tengo que escuchar ahora. Y es que él dice que le gusta el pelo y que le daba cosa tocarme porque parecía que estuviera con una niña. No he dejado que me lo vuelva a hacer.

Claro, este concepto no lo conocía yo. Pero me quedo con la frase “A mi novio le gusta el pelo”. Me hace que pensar.
Así que prohibiéndole rotundamente que se pinte las cejas con lápiz marrón, me despido de ella y le pido que me envíe un par de fotos para colgarlas junto este texto en el blog.

jueves, 23 de julio de 2009

En el divan

No creo que esté tan mal de la cabeza o que esté tan loca como para preocuparse. Ni que sea tan rara como me repite mi madre constantemente.
Confieso que a veces puedo parecer un poco….digamos diferente. O quizá no, quizá sea como todo el mundo, con sus cosas, con sus miedos, con sus angustias y sus manías.

Puede ser que todo sea un trauma de la infancia. ¿No dicen que te marca tu persona y tu futuro?
Sí, pues es eso. Seguro que todo viene desde el cumpleaños de Marc. Mi vida ya no fue la misma desde aquella tarde que me comí a escondidas en la cocina, y mientras los demás niños jugaban, medio pastel de chocolate del que es desde entonces mi mejor amigo.
El esfuerzo físico de correr alrededor de la piscina perseguida por el anfitrión, que se creía que por cumplir los 8 años le iba a besar, provocó en mí una reacción contraproducente.
Vomité toda la masa calórica encima de su tía. Y vamos a hacer puntualizaciones importantes. Vomité encima de su tía millonaria, posible cliente clave en el negocio de mi padre, posible inversora y receptora de elogios y peloteos varios por parte de mi madre.
Pues esa misma, mi madre, muerta de la vergüenza me arrastró por un brazo hasta a casa y me dejó bien claro que me desheredaba para siempre.
Pero que podía hacer yo? El deporte nunca ha sido mi fuerte y el chocolate me encanta.
Ese día, y demasiado joven, aprendí que mis vicios me llevarían por el camino de la perdición el resto de mi vida. Y así ha sido.
Desde entonces Marc no se ha separado de mí y recuerda la anécdota como la mejor fiesta de su vida.

Bien, pues eso mismo, el parecer normal, es lo que intento hacerle creer a mi psicoanalista cada miércoles. Durante la hora que dura mi sesión hablo sin ningún orden ni rumbo y sin saber como acabaré. Hablo y hablo hasta que mira su reloj de pulsera y me informa que se acabó mi tiempo.
No recuerdo muy bien como empezó todo, pero sigo yendo convencida que en realidad no me lleva a ningún sitio.
Quizá sea la manera de poder quejarme de mi madre sin sentirme culpable.
Y intento convencerlo que hay muchos como yo. Muchos que viven en las nubes soñando para hacer su vida un poco mejor. Muchos que cada día asisten a un trabajo que no soportan. Muchos que como yo les cuesta pagar su hipoteca y cambiar el aceite del coche. Muchos que están a las puertas de los 30 y que aún no saben que será de su vida. Muchos que deben sufrir como les dicen que a su edad deberían estar casados, con hijos, con un hogar fabuloso y un camino fijado.
Bien….
Mi amiga Laura dice que en realidad todo es culpa de la globalización y que ir al psicoanalista es muy americano y ahora se ha puesto de moda creer que con terapia se soluciona nuestra vida.
Yo por si acaso….

miércoles, 22 de julio de 2009

Soñar es gratis.

Seguro que todas las mujeres hemos soñado alguna vez que nos decían una canción.
Me explico.
Cuando miramos una película romántica o escuchamos la letra de una canción, en aquel punto donde se declaran un amor eterno, donde parece que jamás existió historia de amor semejante, en esos precisos instantes…nos imaginamos que el discurso va dirigido a nosotras.
Esa frase perfecta, llena de romanticismo y sensibilidad, esas palabras que te ponen los pelos de punta y te hacen suspirar…y que luego caes en la cuenta que realmente forma parte de un guión estudiado y preparado, ensayado cien veces y retocado después.
Yo me imagino a Bon Jovi diciéndome que he nacido para ser su chica o que me querrá siempre (“always” como dice él). O a Tom Cruise diciéndome “tú me completas” (signifique lo que signifique eso).
Puede parecer cursi que un hombre se plante debajo de tu balcón y te recite unos versos, pero…¿quién no moriría por algo así?
Vamos a dejarnos de tonterías. El romanticismo no morirá nunca en el corazón de una mujer. Y menos en el mío.
Una mujer que ha soñado que bailaba con el hombre perfecto bajo la luz de la luna, que bebía cava y después la llevaba a una cama llena de rosas y rodeada de velas.
Y de fondo suena una balada (¿cómo puede ser si no tenemos la música puesta?). Es la magia.
Y a través de la ventana abierta…fuegos artificiales de vivos colores (¿pero qué se celebra hoy?). Es la magia.
Y cuando me despierto por la mañana, me dicen ante una bandeja de café humeante y tostadas con mermelada de fresa que estoy más guapa que nunca.

Y entonces te caes de tu cama, te das un golpe en la cabeza y te despiertas dándote cuenta que estás sola en tu habitación, que por cierto deberías dar una mano de pintura, y que como sigas con tus sueños vas a llegar tarde al trabajo. Y casi ya no te queda tiempo para tomarte ese café soluble.
Y que la cita de la semana pasada fue un fracaso. Que, en el caso que tu pareja te dijera o hiciera algo parecido, sospecharías de él.
O que el simple hecho de encontrar a alguien que te quiera ya es bastante difícil como para ponerle florituras.
Caes en la cuenta que ya no tienes edad para cuentos de hadas y que las películas son solo eso…películas.

Pero es que soñar es gratis.

Embarazo feliz


Como cada mes, me llega mi revista de moda ELLE a casa. No es que esté obsesionada con la moda ni nada de eso, pero me encantan los zapatos.
Realmente no me gasto demasiado dinero en ropa y nunca me he comprado, ni creo que logre hacerlo si continúo con mi sueldo, un bolso de marca o un abrigo de diseño. Zara y sus primas hermanas son mi punto de partida, mi norte y mi sur, y de ahí poco más salgo.
Bien, fetichismos a parte, ojeo una o dos revistas de moda al mes. ¿Qué queréis? Me gusta ver la ropa que nunca tendré y esos bolsos que valen mis dos meses de hipoteca.
Vale. ¿Por qué contaba yo esto? Ah, si.
Mi sorpresa este mes cuando veo en portada a una embarazadísima Paz Vega con su barriga de 8 meses al aire y, todo hay que decirlo, guapísima.
Hay un reportaje fotográfico de 10 páginas donde aparece con labios rojos, pelo impecable y piel de porcelana. Si la pones de espaldas nunca creerías que esa mujer va a parir en breve. ¿Cómo lo hacen? Lo pregunto en serio. ¿Cómo?
Siempre he relacionado el embarazo con retención de líquidos, incontinencia, dolor de riñones, manchas en la piel, etc….
Y de buenas a primeras, aparece esta mujer en portada y me desata. Así que como no pienso quedarme con la incógnita, menuda soy yo que lo busco todo en Google, llamo a mi única amiga embarazada y esperanza de una futura demografía regular procedente de mi promoción.

—Hola Carol. ¿Qué haces?
—Pues a parte de estar todo el día meando e intentando verme los pies…poca cosa puedo hacer ya con este cuerpo.
—Te veo feliz.
—Estoy tan feliz que le cortaría los testículos a mi queridísimo marido por haberme metido en este follón. Joder, que ganas tengo que salga ya!
—Pues Paz Vega está encantada con el embarazo. Dice que el embarazo es un estado muy pasional y visceral. Místico. Milagroso…
—Mira, lo más pasional y místico que he tenido yo en los últimos 8 meses ha sido poder meterme las bragas sin salir rodando escaleras abajo.
—Tendrías que ver las fotos, Carol. ¡Tiene un cuerpazo! Dice que hace Pilates.
—¿Yo no me puedo levantar del sofá sin una grúa y ella hace Pilates? Increíble que te lo creas todo. Nessa, no me cuentes más cuentos. Tengo los tobillos como bloques de hormigón. Tengo que dormir con una almohada entre las piernas, tengo un pelo que no me lo arregla ni LLongueras, me duelen tanto las tetas que me echaría a llorar cuando me rozan en la calle y para colmo llevo depiladas las piernas solo por la parte de delante. Fue imposible darme la vuelta en la camilla de la esteticien. Así que corta el rollo con los embarazos místicos y maravillosos y déjame que tengo que ir al baño por quinta vez en media hora.

Supongo que cuando Carol vea la cara de su hijo ni se acordará de todo el papel higiénico que ha gastado…hasta que cumpla 16.
Y también supongo que las entrevistas se retocan como Fotoshop a las palabras, y no quiero insinuar nada.
Paz Vega va depiladísima de todas partes.

martes, 21 de julio de 2009

Sexo y la ciudad.

Muy bien, voy a intentar hablar de mi vida sexual. Voy a intentar hablar de relaciones entre mujeres y hombres, o entre hombres y hombres, o entre mujeres y mujeres...
Hablaré de mi poca experiencia en el sexo contrario y lo haré como una autentica experta que conoce todos los trucos, bulos y verdades a medias.
Voy a intentar imitar los artículos que escribe la protagonista de "Sexo en NY". Y lo haré abiertamente, me lanzaré sin omitir palabras como polla, mamada y otras cosas que ahora no logro vislumbrar (me estoy poniendo nerviosa). Voy a sentirme sexy, divertida, segura y atractiva y os voy a contar los montones de números de teléfono que me meten en los bolsillos cada mañana en el metro. Y sé que Barcelona no es New York, pero bueno, aquí tenemos la torre AGBAR y las Torres Mafre (sin malinterpretar, por Dios, que nos conocemos).
Dicen que en la ciudad que nunca duerme es donde hay más solteros por metro cuadrado y que las citas a ciegas están a la orden del día como quien va a comprar la barra de cuarto y medio kilo de kiwis. Y parece ser que ligar es tan fácil como atarse los zapatos.
Pues bien, yo también voy a hablar de mis citas (pocas) a ciegas, sordas, mudas...aunque aquí eso no se estile demasiado. Antes nos atraparán las citas cibernéticas que el conocerse en un parque y quedar para luego. Más que nada que en Barcelona poco parque hay, encaprichados que los tenemos a todos de subir un edificio en cuanto se levanta una piedra.
Y os mentiré cuando confiese que llevo el bolso lleno de condones (de colores y sabores) y que más de una vez buscando las llaves en el ascensor se me han caído a los pies de la vecina del quinto, pero como debo ser así de moderna...pues no me importa un pimiento.
Y aunque aquí tengamos una manera bastante diferente de llevar las relaciones y hablar de sexo, aunque aquí sigamos sufriendo una sociedad bastante machista (solo hay que escuchar los chistes del desayuno delante de la máquina de café del despacho)...yo lo voy a intentar.
Y aunque mi vida "social" no tenga nada que ver con la de Carrie (de Samantha ni te cuento), que no me inviten más de dos veces a la semana a cenar, que no tenga un armario lleno de Manolos (más que por mi sueldo, que sí, porqué no sería capaz de dar dos pasos sin romperme un tobillo), y aunque en las extensas comidas con mis amigas las conversaciones no se basen en que una de nosotras aún no le ha realizado la esperada felación al último ligue o el tamaño del miembro viril del camarero.
Sí, voy a inventarme una vida sexual, porque las envidio y porque esta noche he soñado que era como ellas. Y me ha gustado.

Uno...

Podría empezar presentándome. Explicando quien soy, de donde vengo y donde creo que voy. Podría empezar con mi peso y mis medidas. Mejor no.
Podría iniciar estas nuevas líneas con una buena frase como los mejores libros.
Qué más da!
Seguramente todo lo que diga sobre mí es en mitad mentira, en mitad caricatura de mi misma y en una pequeñísima parte, una verdad distorsionada por la poca objetividad de vivir dentro de mí.
Así que solo diré que me llamo Nessa y que aquí me tenéis.
Cuidado. ¡No os lo creáis todo!
 

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