jueves, 23 de julio de 2009

En el divan

No creo que esté tan mal de la cabeza o que esté tan loca como para preocuparse. Ni que sea tan rara como me repite mi madre constantemente.
Confieso que a veces puedo parecer un poco….digamos diferente. O quizá no, quizá sea como todo el mundo, con sus cosas, con sus miedos, con sus angustias y sus manías.

Puede ser que todo sea un trauma de la infancia. ¿No dicen que te marca tu persona y tu futuro?
Sí, pues es eso. Seguro que todo viene desde el cumpleaños de Marc. Mi vida ya no fue la misma desde aquella tarde que me comí a escondidas en la cocina, y mientras los demás niños jugaban, medio pastel de chocolate del que es desde entonces mi mejor amigo.
El esfuerzo físico de correr alrededor de la piscina perseguida por el anfitrión, que se creía que por cumplir los 8 años le iba a besar, provocó en mí una reacción contraproducente.
Vomité toda la masa calórica encima de su tía. Y vamos a hacer puntualizaciones importantes. Vomité encima de su tía millonaria, posible cliente clave en el negocio de mi padre, posible inversora y receptora de elogios y peloteos varios por parte de mi madre.
Pues esa misma, mi madre, muerta de la vergüenza me arrastró por un brazo hasta a casa y me dejó bien claro que me desheredaba para siempre.
Pero que podía hacer yo? El deporte nunca ha sido mi fuerte y el chocolate me encanta.
Ese día, y demasiado joven, aprendí que mis vicios me llevarían por el camino de la perdición el resto de mi vida. Y así ha sido.
Desde entonces Marc no se ha separado de mí y recuerda la anécdota como la mejor fiesta de su vida.

Bien, pues eso mismo, el parecer normal, es lo que intento hacerle creer a mi psicoanalista cada miércoles. Durante la hora que dura mi sesión hablo sin ningún orden ni rumbo y sin saber como acabaré. Hablo y hablo hasta que mira su reloj de pulsera y me informa que se acabó mi tiempo.
No recuerdo muy bien como empezó todo, pero sigo yendo convencida que en realidad no me lleva a ningún sitio.
Quizá sea la manera de poder quejarme de mi madre sin sentirme culpable.
Y intento convencerlo que hay muchos como yo. Muchos que viven en las nubes soñando para hacer su vida un poco mejor. Muchos que cada día asisten a un trabajo que no soportan. Muchos que como yo les cuesta pagar su hipoteca y cambiar el aceite del coche. Muchos que están a las puertas de los 30 y que aún no saben que será de su vida. Muchos que deben sufrir como les dicen que a su edad deberían estar casados, con hijos, con un hogar fabuloso y un camino fijado.
Bien….
Mi amiga Laura dice que en realidad todo es culpa de la globalización y que ir al psicoanalista es muy americano y ahora se ha puesto de moda creer que con terapia se soluciona nuestra vida.
Yo por si acaso….

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