lunes, 28 de septiembre de 2009

Cuestión de fe

Creo en ti, en mí,
Creo en una mirada,
en una mano extendida,
Creo en un suspiro lleno de melancolía.
Creo en los soñadores y en sus sueños imposibles.
Creo en una canción que marca ese momento,
Creo en la lluvia que se siente en el cuerpo.
Creo en la sonrisa
y en el llanto sincero,
Creo en ese dolor hondo de mi pecho.
Creo en las noches sin dormir,
en las lunas llenas,
Creo en el sol cuando se pone y cuando se despierta.
Creo en el sonido del viento cuando dice tu nombre,
Creo en un futuro sin miedo
y un pasado sin rencores.
Creo en la amistad eterna,
creo en dar la vida si la dicha es buena.
Creo en los que creen,
en los que pacientes esperan.
Creo que este mundo quizá valga la pena.

martes, 22 de septiembre de 2009

Cita previa

Y el sábado fue mi “esperada” cita.
Supe que la cosa no iba a ir bien ya que cuando me levanté me encontré un grano del tamaño de un guisante en la paletilla derecha de la nariz. No puedo permitirme ponerme nerviosa. Cuando me pongo nerviosa borbotean fístulas de mi piel.
Así que pensé que tal vez el pobre chico saldría corriendo al verme escondida detrás de ese volcán y que ya no tendría que preocuparme de nada, pero por si acaso debía ponerme manos a la obra.
Me tenía que duchar, secar mi melena, depilarme, buscar algo decente que ponerme…y…solo tenía 12 horas!!!!

De repente empecé a encontrarme mal. Me miré en el espejo y estaba blanca, amarilla más bien y con unas ganas de vomitar terribles. Perfecto. Parecía la novia cadáver i tenia un grano en la nariz. Ese iba a ser un gran día.
Si en esos momentos llego a tener a Laura ante mí creo que la hubiera metido en la bañera con el secador enchufado.

Me miro en el espejo y pienso en como actuar y que decir. ¿Debo parecer sexi? ¿Sencilla? ¿Tímida? ¿Qué demonios se lleva ahora?
En resumen, debo ser otra persona, al menos de momento.

¿Como se intenta conquistar a una persona que no se conoce de nada? Mejor preguntar si realmente quiero conquistar a esa persona.
No entendía cómo me había metido en eso. ¿Una cita a ciegas? Como si ahora estuviéramos en una típica serie americana. Siempre he salido con chicos que empezaron siendo amigos míos, que ya conocían mis modales en la mesa. Darte a conocer des de el principio me da demasiada pereza. Preguntar sobre la vida de la otra persona como si realmente te interesara. ¡Uf!



Después de comer empecé a depilarme. Primero tuve que hacerme a la idea y prepararme psicológicamente. No era un trabajo fácil. Cuando te acomodas en el frío invierno y cuando no es muy necesario mostrarte al mundo ligera de ropa, se acumula el trabajo.
No sé por que me tomé tantas molestias. ¿Qué pensaba hacer? ¿Recibirle en bikini? Pero nunca se sabe. Imanáis que en el restaurante me atraganto con un trozo de carne o me intoxico con alguna salsa. Me deben llevar al hospital y por consiguiente quitarme la ropa. Siempre bien preparada.
Así que a conciencia me puse cera y arranqué cera y cuando estaba en el momento más delicado del ritual, el bigote, llamaron al teléfono.

—Hola vida.
—Hola mamá.
—¿No tienes nada que decirme?
—No
—¿Nada?
Emmm….pues no.
—¡Nessa no seas mentirosa con tu madre! Me he encontrado a Marc en el la tienda de su madre y me lo ha contado todo.
—¿Qué te ha contado qué?
—¡Jesús! ¡Vas a matarme un día de estos! Pues que se que tienes una cita de esas. ¡Qué romántico!

Debo recordar que en la bañera junto a Laura y el secador tengo que meter a Marc.

—Mamá, no te emociones aun. No se nada de esa persona y quizá esté en casa a los 5 minutos.
Ai, vida. Nunca se sabe. No seas tan sosa y da una oportunidad al pobrecillo. Tu ponte guapa y arréglate la cara. Ponte un poquito de maquillaje por favor. Y se amable.
—Si mamá. Y ahora te dejo que me has pillado depilándome.
—¿Depilándote?¿Por qué? Bien, es igual, no me cuentes nada.
—Por Dios. Mamá te dejo. Un beso
—Llámame.
—Si mamá
—Adiós vida. Y buena suerte!

¿Qué habré hecho yo para merecer todo esto?
Me fumé medio paquete de Marlboro durante la tarde, limpiándome los dientes después de cada uno. Ya sabes, por si me ahogaba con la carne y el boca a boca y todo eso….

El mundo se me vino abajo cuando abrí el armario y solo encontré algunos tejanos viejos y ropa para ir a trabajar. No tenía nada bonito, ningún vestido de noche o camisa que no pareciera que iba a una boda o de esas que te compras par aun Fin de Año y que no vuelves a ponerte nunca más porqué es imposible andar con ello puesto. No puedo ponerme un traje de los que uso para ir a la oficina. Y no se si unos tejanos será demasiado poco. ¿Poco qué?
Me senté en la cama repleta de ropa y miré el techo esperando que mi Ada Madrina apareciese y me trajera el vestido perfecto para parecer sencilla, no demasiado arreglada pero perfecta. Nunca apareció, así que al mirar el reloj supe que tenía 20 minutos para acabar con el problema.
Un vestido negro siempre te saca del apuro pero no si el vestido es de hace 3 años cuando pesabas 8 kilos menos. Aun así si no como demasiado y no me quito el abrigo…no estaba tan mal.
Medio bote de corrector pudo disimular, a medias, el grano de la nariz pero pensé que si en algún momento me ponía sudar o llovía….los chorretones iban a caer por mi cara de un color naranja sospechoso.
Y bien, no había mucho más que hacer. No se podía hacer mucho más. Era demasiado tarde y solo tuve tiempo de un último vistazo en el espejo cundo sonó la puerta.

Empecé a temblar. Las ganas de vomitar volvieron. Mi estomago sonaba tan fuerte que podía cruzar los tabiques de mi casa y llegar al comedor de los vecinos por encima del sonido de la TV.
No me podía permitir sudar así que hice algunas respiraciones profundas para intentar tranquilizarme.
El timbre sonó de nuevo.
¿Y si no abría? ¿Y si apaga las luces y dejo que se vaya?
El problema será tener que escuchar a Laura el resto de mi vida y no creo que pueda soportarlo.
Un día entero de preparación. Todo un día. Así que me llené de valor y me dirigí a la puerta. Con la mano en el ya en el picaporte respiro profundamente, alzo la cabeza, meto barriga y apreto el culo.
Y entonces, por fin, abrí.


¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Ahhhhhh!!!!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Dios mío!!!!!!!!!!!!!!!!

jueves, 17 de septiembre de 2009

Tarde de lectura

Hubo una vez en un lugar lejano, una casa en medio del bosque donde vivía una chica con su madre.
Ella ayudaba a su madre en todo lo que podía: fregaba, recogía fruta, cuidaba el huerto, cocinaba…
Aun así, la madre nunca estaba contenta y siempre tenía alguna crítica a hacer y ella, por no discutir, obedecía ciegamente.
Y todo su esfuerzo nunca fue suficiente para su madre.
Y pasaron los años y allí seguía soñando en desaparecer algún día, irse lejos para cometer errores, para vivir su propia vida y sobretodo para no tener que llevar más esa maldita capucha roja que su madre le cosió cuando niña.
Una mañana su madre la llamó temprano para decirle que tenía que ir a casa de su tía a llevarle un poco de sopa porque tenía la gripe.
Antes de irse la advirtió, como siempre hacía, que vigilará con los lobos del bosque que podía encontrarse por el camino.
Le contó que pueden parecer amables y caballeros al principio pero que en realidad son peligrosos y que acaban aprovechándose de las jovencitas inocentes.

—Yo también he sido joven y alguna vez he podido caer bajo sus encantos. Pero hija, hazme caso cuando te digo que no te conviene.

Así que se fue adentrándose en el bosque y murmurando para ella que ya estaba harta de que le dijeran siempre que y como tenía que hacer las cosas.
Y deseó encontrarse con un lobo para llevar la contraria a su madre.

Y así fue como en medio del camino un hermoso lobo de pelo en pecho y ojos salvajes se le apareció, con andares chulascos y sonrisa picarona.

—Hola guapa. ¿A dónde vas?

Y Caperucita, sucumbiendo a sus encantos, le sonrió y mientras pensaba que en verdad no parecía tan malo le contó a donde se dirigía.

—Pues hazme caso y vete por el otro camino de la alameda que ya verás como acortas y vas a disfrutar del paisaje. Y encima puedes pillar unas flores.
A ver si te veo otro día por aquí.

Y Caperucita le creyó y cogió flores y disfrutó de las vistas y sonreía para sí de placer al imaginar la cara de su madre cuando le contará que había conocido a un amable lobo.

Mientras tanto en casa de su tía, un lobo llamaba a la puerta.

Cuando Caperucita llegó por fin a casa de su tía, la encontró en la cama desnuda y esposada al cabezal en una casa despojada de todo lo de valor.
La avergonzada mujer le explicó como un atractivo lobo la había seducido con palabras y piropos. Cuan bueno había sido el sexo con él y como le había robado luego en sus narices.

Vino la policía, los vecinos chafarderos, etc…pero esa es ya otra historia.

Pero a nuestra protagonista de la capucha roja, lo que más rabia le hacía de todo esto era que al fina su madre tenía razón. Y eso no lo soportaba.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Celestina

No vayáis nunca a comprar al Supermercado cuando tengáis hambre o en mi caso, cuando sales de trabajar y has tenido un día de perros.
En el día de hoy he ingerido un mínimo de 4.000 calorías.
Mi intención era, de camino a casa, comprar fruta y pasta de dientes. Cuando he llegado a la caja llevaba una bolsa de patatas al vinagre, una caja de galletas de chocolate, una tableta de chocolate con avellanas, pasta de dientes, leche, una botella de vino (por si a caso, nunca se sabe) y 4 manzanas que pretenden ser merienda y desayuno mañana (ja!).

Al llegar a casa, aun no me sentía culpable del todo así que me he quitado los zapatos, he saludado a mi gato y me he estirado en el sofá y he abierto la bolsa de patatas.
En la tele me aparece una mujer de unos 80 años de edad y con cara de cera que presume de su nuevo ligue, un playboy de 25 añitos que se dedica a salir desnudo en revistas y que juran que es amor verdadero.
Tan absorta estaba en la historia que cuando ha sonado el timbre de la puerta he saltado del sofá.

En la puerta me encuentro a Laura que entra decidida, apaga la tele y se planta ante mí con una sonrisa.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?
—Abre un par de cervezas y te lo cuento.
—No, yo no bebo cerveza.
—¿Qué no bebes cerveza? Pero si siempre te ha encantado.
—Es que engorda mucho y hoy empiezo el régimen. Me paso al vino.
—Emmm…ya. Haré como que no veo la bolsa de patatas en la mesa. Empiezas regimenes dos veces por semana. Bien, pues abre una botella de vino, aunque te tengo que decir que ahora se ha probado que la cerveza es buena para la salud y que no engorda en su justa medida.
—Vale, ve a por dos cervezas.

Cuando se pone así es mejor no llevarle la contraria. Bien, intrigada espero a que mi amiga venga de la cocina con las latas de la saludable cebada.

—Muy bien —me dice mi amiga emocionada— el sábado has quedado con un chico.
—¡¿Qué?! ¿De qué me estás hablando?
—El sábado a las 9 te pasará a buscar por casa y te llevará a cenar.
—¿Pero que dices? ¿Le has dado mi dirección a un desconocido? ¡Podría estar loco, o ser un psicópata!
—No está loco. Es un compañero de trabajo. Trabaja en la revista y es muy simpático.
—Ya. Has dicho que es simpático. Mala cosa. Es un callo ¿No?
—¡No es un callo! Es….del montón.
—Dios mío. Es un callo y trabaja en una revista femenina.
—Es muy listo, e inteligente, amable y trabajador. I el sábado vas a salir con él.
—No, no voy a hacerlo.

Le doy el último largo trago a mi lata de cerveza y voy a por otra lata a la nevera. Qué más da.

—A demás, el sábado no puedo.
—Sí que puedes. No tienes nada que hacer.
—Pero…¿porqué me hacéis esto? Yo no os he pedido que me busquéis a nadie.
—Lo sé, pero somos tus amigos y velamos por ti sin necesidad de que lo pidas. Eso y que me he jugado 50 € con Marc a que soy yo quien te presenta al mejor tío.
—Muy bonito. Apostando a mi costa.
—Tu ponte guapa y se tu misma.

¿Yo misma? Si claro. No conozco a ninguna mujer que haya ligado una noche siendo ella misma y vistiéndose como ella misma.

—Bien, me tengo que ir —Laura se dirige hacia la puerta mientras que yo la persigo con una mezcla de terror y asombro.
—No, no te puedes ir y dejarme con este marrón. Dime al menos como se llama.
—Horacio. Se llama Horacio.
—¿Horacio? Dios mío Laura. ¿Pero qué te he hecho yo? Cada vez que le llame por su nombre me echaré a reír.
—Te acostumbrarás. Ya te llamaré.

Y dándome un beso fugaz cierra la puerta dejándome de pie y con una cita a ciegas para el sábado con un tipo que se llama Horacio y que no se nada más sobre él.

Así que…ya os contaré.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

La excepción

Que los hombres y las mujeres son diferentes ya lo sabíamos.
Que nunca se llegará a comprender realmente el uno al otro no es ningún secreto ya que es uno de los misterios, junto quien fue Jack el destripador y quien mató a Kennedy, más reconocidos en el mundo…y a la par más estudiado. Miles de artículos, tesis, opiniones, libros o páginas en revistas se han llenado con esta excusa. ¿Y para qué? Si siempre llegamos a la misma conclusión: somos diferentes y punto.
Y que queréis que os diga… ¡MENOS MAL!
¿Se imaginan ponerse siempre de acuerdo en todo? Qué aburrido sería y cuanta chispa le quitaría a todo.
Se habla de la simpleza de ellos y de lo rebuscadas que podemos llegar a ser nosotras. Las malas lenguas cuentan que los hombres solo piensan en sexo (a todos nos ha llegado el típico power point con el dibujo del cerebro del hombre) mientras que nosotras presumimos de poder hacer varias cosas a la vez.
La sensibilidad…de la mujer. La fuerza física…para el hombre.
¡Qué manera de encasillar a la gente, Dios mío!

Mirad, ayer estuve mirando una película que me hizo pensar en todo esto y que me sirve hoy para rellenar espacio.
En realidad no era una película de esas que persiste en la historia ni falta que hace. Es un guión divertido para hacer una comedia americana que de vez en cuando te apetece tragarte con palomitas.
Bien, pues en ella se relatan diferentes puntos de vista de parejas y de relaciones entre hombres y mujeres. Pero para mí, la mejor sin duda la chica que no pierde nunca la esperanza. Le han dado calabazas, le han engañado, plantado y muchísimas veces ha tenido citas (muy americano esto) que creía que habían ido bien y nunca recibió segunda llamada. Y ella se aferra a ese teléfono, mirando que aun haya línea o pendiente del contestador. Pensando en si debería ser ella la que tiene que llamar. Diseccionando cada palabra que él le dijo y analizando cada detalle. Creyendo en las señales. Y no le importa hacer el ridículo o rebajarse.
Hasta que un amigo le cuenta que si un hombre no la llama es que no quiere saber nada de ella. Si realmente quiere lo hará. Así de fácil. Si un hombre ha conseguido acostarse contigo y luego te dice que se va de viaje y va estar tiempo fuera...mala señal. Que es así de simple y sencillo. No hay más.
Y si alguna vez oye hablar de parejas que se encontraron y 30 años después siguen juntas y amándose, si te dicen que un tipo enamorado cruzó el océano para pedirle a una mujer que se casará con él…entonces esa será la excepción, porque todas las demás relaciones son “la regla”.
Aun así ella escoge seguir con sus ilusiones y esperanzas, y no quisiera revelar el final, pero solo os diré que ella acaba siendo “la excepción” de alguien.
¿Qué os esperabais de una comedia?

Y aunque creamos que hay unas reglas interpuestas y no escritas, aunque siempre lleguemos a mismas conclusiones y a los mismos tópicos, creo que en no saber realmente como va a acabar la cosa está lo más divertido.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Sesión de miércoles

El miércoles fui a sesión.
Estuve todo el día pensando que podía contarle que fuera un poco original o que al menos fuera merecedor de mención, por la pasta que pago.
Aún no he llegado a inventarme nada solo para que el psicólogo no se aburra, pero todo llegará. Una vez que te tumbas en aquel sofá tan cómodo pues todo sale solo.

Le conté que mis amigos están haciendo una lista de “posibles hombres perfectos” para mí y se van a dedicar a prepararme citas a ciegas, sordas y mudas.

Le conté la poca gracia que eso me hace.

Le conté que el fin de semana estuve comiendo en casa de mis padres.
Y creo que eso le llamó la atención porque me interrumpió y eso es bastante inusual.

—¿Y qué tal la comida?
—Uf! ¿Pues como debería ir una comida donde mi madre se empeña en provocarnos a todos una indigestión? Con un poco de paciencia, aprendiendo a llegar tarde y siendo la primera que se va, todo se soporta.
Si llego tarde no paso por el suplicio de tener que ayudarla en la cocina y aguantar el tercer grado, sus recetas y las ganas que pone en demostrarme que soy una completa inútil.
Cuando me abrió mi padre ya me avisó que ese día no estaba del todo fina, y con su mirada me prevenía: si eres valiente pasa, pero si eres inteligente gírate y corre ahora que aún no es demasiado tarde.
Me explicó que Sara también venía a comer y entonces lo entendí todo.
No hace muchos meses que mi hermana nos presentó a Olga, su nueva pareja. Mi hermana ha descubierto que antes que volver a aguantar a otro hombre prefiere tirarse por una ventana y mi madre no puede con ello. No acaba de aceptar que no va a poder enseñar a sus amigas las fotos de la boda de su hija pequeña vestida de blanco y del brazo de un abogado, arquitecto o algo aburrido por el estilo.

Me acuerdo de las Navidades pasadas donde mi madre meditó un plan e invito a la cena de la familia al ex de mi hermana. Carlos y Sara estuvieron muchísimos años juntos, tantos que perdí la cuenta. Se conocían desde pequeños ya que los padres de ambos son amigos desde siempre.
Sara se quedó blanca cuando lo descubrió sentado a la mesa, Olga se ganó el cielo y a mi padre y a mi solo nos faltaban las palomitas.
Pero la noche no acabó con cava, como todos nos imaginábamos. Sara discutió con su ex. El Ex con ella y mi madre con todo el mundo.
El invitado de honor le soltó a mi hermana que ahora entendía el problema de cuando estaban saliendo: que solo le ponían las mujeres y que por eso él, no satisfecho como macho, tuvo que lanzarse a los brazos de varias candidatas. Mi hermana loca de rabia le dio un puñetazo en la nariz y mi madre, que se acababa de enterar que ese desgraciado le había puesto los cuernos a su hija, le dio un empujón que lo envió derecho a la fuente del pavo relleno.
Creo que fui la única que disfruté la noche.
Des de entonces pocas veces ha vuelto mi hermana a reunirse con la familia. Pero es que nunca se sabe lo que te espera con mi madre.

Y como no, ese día no podía ser menos. Así que tuve que oír los frecuentes:
“¿Y porque has venido sola?”
“¿Cuándo me vas a dar una alegría?”
“Nunca voy a poder estrenar la cubertería de plata”
“Moriré si ver a ninguna de mis hijas en un altar y vestidas de blanco”
“Nunca seré una abuela joven”
“Hija, creo que si te esforzaras…eres muy mona y tienes que sacarte partido”

Lista interminable que no enumeraré porque estaría hasta mañana.
Pero dentro de lo que cabe la comida fue bien, sí, podríamos decirlo así.
 

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