lunes, 27 de julio de 2009

Dentro y fuera.

¡Qué bueno es recibir correo de los amigos! Sobretodo de esos que viven lejos y que tienen tantas cosas que contarte o simplemente ganas de saludarte para demostrarte que se acuerdan de ti.
Por eso cuando veo en mi bandeja de entrada alguno de esos nombres lo dejo todo y me lanzo a leerlo y, si puede ser, responder.
Pero el de hoy ha sido para contarlo. Mis compañeros de trabajo han sacado sus cabezas de los despachos para enterarse quien era la loca que se reía desesperadamente sin casi poder respirar (sé que leer el correo personal en el trabajo no está muy bien visto, pero que tire la primera piedra quien…).
El mail en cuestión era de mi amiga E* (vamos a mantenerla en el anonimato) que vive en otro país y que me informa semanalmente de sus compras, nuevas adquisiciones zapatiles, salidas y vida en general.
Bien, abro su mail y encuentro letras enormes (fuente 38 como mínimo) y de color rojo chillón anunciándome que habían cometido sacrilegio con ella. Me explica entre admiraciones que el día antes había ido a depilarse donde suele hacerlo normalmente. La chica en cuestión es una brasileña que también hace la manicura todo por un módico precio.
Y ya conocemos el significado de la depilación brasileña, así que nos imaginamos como se le puede ir la mano. E*, que siempre ha sido de ceja ancha, me escribe entre emoticones de sollozos y terror, que le ha dejado sin cejas.
—Dios mío Nessa! No veas el disgusto cuando me he mirado en el espejo! ¡Casi me pongo a llorar y todo! He llegado a la oficina esta mañana con gafas de sol y tentada estaba de no quitármelas. La gente me miraba y me decía que me veían diferente. Pero ya me lo tenía que haber imaginado. Hay que tener cuidado con ella porque en cuanto te descuidas se le va la mano. La primera vez que fui a depilarme las ingles casi me muero del susto. Vale que yo le dije que las quería bien entradas, pero el concepto de bien entradas para una brasileña es bastante diferente al nuestro.
—A mí, la verdad, me gustan las ingles bien depiladas también —le comento inocente.
—No Nessa, no me entiendes. Ella lo hace por dentro y por fuera. Y cuando digo dentro y fuera quiero decir dentro y fuera, por atrás y por delante.
—¿Dentro, quiere decir dentro de dentro? No me cuentes más que me empiezan a subir unos calores…
—Exacto. Dentro dentro. ¡Qué te quitan las braguitas y te crees que estás en la consulta del ginecólogo! Una vez y no más. Tendrían que prohibirlo en la Declaración de los Derechos Humanos por tortura. No veas cuando me vio mi novio. Aún lo tengo que escuchar ahora. Y es que él dice que le gusta el pelo y que le daba cosa tocarme porque parecía que estuviera con una niña. No he dejado que me lo vuelva a hacer.

Claro, este concepto no lo conocía yo. Pero me quedo con la frase “A mi novio le gusta el pelo”. Me hace que pensar.
Así que prohibiéndole rotundamente que se pinte las cejas con lápiz marrón, me despido de ella y le pido que me envíe un par de fotos para colgarlas junto este texto en el blog.

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