martes, 13 de julio de 2010

Fiesta de Bienvenida

Me he despertado en el sofá. Y no me preguntéis como he llegado a ahí. No lo tengo muy claro.
Nos encontramos los tres habitantes de la casa estirados en unas tumbonas de tercera mano en el jardín. Mi cabeza retumba cada vez que pasa un avión a no mucha altura y unas enormes gafas de sol tapan los rescoldos de lo que era mi decencia. Anoche me prepararon una fiesta de bienvenida. Y bienvenida fui.
Llevo casi un mes en esta ciudad y reconozco que cada vez me hago más a ella. Es como empezar la universidad, como recibir una libertad primeriza y nueva, es como empezar en muchos sentidos.
Estoy conociendo gente venida de todas partes y por miles de motivos. Unos con más afinidad y otros con menos, pero nunca se sabe quién de ellos llegará a ser alguien importante para ti en un futuro.
En la fiesta de anoche habían amigos de Lucy y James, tan diferentes unos de los otros, como venidos de mundos diferentes. Por mi parte invité a mis compañeros de las clases de inglés.
Éramos más de veinte personas y un surtidor de cerveza que no se cómo llegó al salón.
Intenté practicar mi nuevo idioma, pero la música y las copas de más no me ayudaron demasiado. Aún así, me sentía desinhibida. ¿Sabíais que los ingleses encuentran sexi nuestro acento cuando hablamos en inglés? Sí, son muy raros.
Así que esta mañana tengo resaca británica que es la misma pero con una hora de menos.
Ayer juré que hoy me pondría a redactar mi currículo para empezar a encontrar algún trabajo pero no me acordaría de mi nombre ni que me pagaran.
Además James ha propuesto irnos a un pub a comernos un Brunch (sea lo que sea eso) porque según él, es lo único bueno que podemos hacer a estas horas y con nuestros cuerpos.
Así que mañana será otro día.

viernes, 18 de junio de 2010

Los principios

Hoy sí llueve, of course.
Parece mentira que nos encontremos en estación veraniega porque yo no me quito la chaqueta de encima. Aún no se me ha pegado lo de los ingleses que cuando sale un rayo de sol se empecinan en sacar el vestuario playero. Ellos contentos con sus bermudas mostrando esas piernas blancas que Gran Bretaña les ha dado. Ellas con vestidos de tirantes y las sandalias más abiertas presumiendo de pedicura apresurada. No les dura demasiado la ilusión ya que cuando cae la noche se abren los bolsos y se sacan chaquetas y fulares que se han cargado durante todo el día. Aquí no sirve para nada un bolso pequeño, no. Debes salir de casa como si no supieras dónde y cómo acabará el día. Kit de supervivencia le llamo yo.
Llevo aquí casi dos semanas y voy entrando en situación. Por las mañanas voy a clases de inglés. Es una escuela cutre, céntrica, de las más baratas, pero no está nada mal. Somos unos cuantos procedentes de España y entre nosotros nos preguntamos porque salimos corriendo de allí. Cada uno con sus circunstancias, pero todos con ganas de más.
Los primeros días los pasé en un hostal bastante formal y limpio donde se podía ver, desde alguna ventana privilegiada, Regent Park. Lo lleva un matrimonio mayor, sin hijos y que aprovechó una herencia de ella. Amables y cariñosos con los huéspedes me hacen cambiar de opinión sobre la frialdad de los ingleses. Aunque él, Tom, se repite que en su caso es diferente porque es escocés. Buenas historias y una vida en común que me gustaría contaros alguna vez, pero creo que con la confidencialidad que me lo explicaron no me permite pasar de aquí.
Podría haberme sentido muy sola estando en las condiciones que me encuentro, por alguna razón no ha sido así.
Hoy llevo mis pocas pertenencias al que va ser mi hogar durante un tiempo en esta ciudad. Existe una web hiperfamosa y usada para todo donde he estado inmersa durante dos días buscando una habitación donde pudiera estar tanto de forma horizontal como vertical y al mismo tiempo guardar mis cosas y dormir sin necesidad de echar el cerrojo. Creo haberla encontrado. Sólo he visitado 2 casas antes. Una de ellas contaba que estaba situada en un barrio tranquilo, sin ruido y rodeado de parques y jardines. Me encontré en un callejón sin salida, estrecho, mugriento y subiendo a un apartamento construido en un almacén trasero de un restaurante. Si no hubiera sido porque la habitación por alquilar olía completamente a fritanga…tampoco hubiera estado tan mal. El otro…bien, vamos a decir que creo que la convivencia allí no hubiera sido posible. Casa victoriana regentada por loco y dos brujas que se matan entre ellas no aparecía en el anuncio. Con el tercero perdí toda esperanza y creí que tendría que subir bastante más mi presupuesto para vivir en condiciones. Pero fue amor a primera vista. Mi habitación, como las otras dos, da al jardín. No es un palacio pero cabe un armario, una mesilla de noche y una cama doble (si nos ponemos optimistas) perfectamente. Y los que van a ser mis compañeros de piso son normales. Y digo normales como cumplido y en el mejor de los sentidos porque hoy en día es lo que más escasea. El piso pertenece a Lucy, una galesa que trabaja en publicidad en la City y que parece sentirse orgullosa de ella misma. Quizás se me pegue algo. Fue una anfitriona amable, educada y amigable. James, el otro habitante de la casa (me ha salido el ramalazo de Gran Hermano) es un gay declarado, dulce y que me preparó una cena exquisita cuando solo debía mostrarme lo que sería mi habitación. Es el chef de un buen restaurante en el Sojo donde mezclan comida oriental con la Mediterránea o con lo poco que pueden aprovechar de la inglesa. Estuvimos hablando durante horas y compartimos una botella de vino. Eso fue lo que me acabó de decidir. Si supierais cuánto cuesta una buena botella de vino en esta ciudad me entenderías. Sí, repito, amor a primera vista. Tanto con la casa como con ellos.
Así que aquí estoy, deshaciendo mi maleta y ordenando mies cajones que de momento parecen tan vacios, pero que poco a poco seguro que se irán llenando.

Los principios

Hoy sí llueve, of course.
Parece mentira que nos encontremos en estación veraniega porque yo no me quito la chaqueta de encima. Aún no se me ha pegado lo de los ingleses que cuando sale un rayo de sol se empecinan en sacar el vestuario playero. Ellos contentos con sus bermudas mostrando esas piernas blancas que Gran Bretaña les ha dado. Ellas con vestidos de tirantes y las sandalias más abiertas presumiendo de pedicura apresurada. No les dura demasiado la ilusión ya que cuando cae la noche se abren los bolsos y se sacan chaquetas y fulares que se han cargado durante todo el día. Aquí no sirve para nada un bolso pequeño, no. Debes salir de casa como si no supieras dónde y cómo acabará el día. Kit de supervivencia le llamo yo.
Llevo aquí casi dos semanas y voy entrando en situación. Por las mañanas voy a clases de inglés. Es una escuela cutre, céntrica, de las más baratas, pero no está nada mal. Somos unos cuantos procedentes de España y entre nosotros nos preguntamos porque salimos corriendo de allí. Cada uno con sus circunstancias, pero todos con ganas de más.
Los primeros días los pasé en un hostal bastante formal y limpio donde se podía ver, desde alguna ventana privilegiada, Regent Park. Lo lleva un matrimonio mayor, sin hijos y que aprovechó una herencia de ella. Amables y cariñosos con los huéspedes me hacen cambiar de opinión sobre la frialdad de los ingleses. Aunque él, Tom, se repite que en su caso es diferente porque es escocés. Buenas historias y una vida en común que me gustaría contaros alguna vez, pero creo que con la confidencialidad que me lo explicaron no me permite pasar de aquí.
Podría haberme sentido muy sola estando en las condiciones que me encuentro, por alguna razón no ha sido así.
Hoy llevo mis pocas pertenencias al que va ser mi hogar durante un tiempo en esta ciudad. Existe una web hiperfamosa y usada para todo donde he estado inmersa durante dos días buscando una habitación donde pudiera estar tanto de forma horizontal como vertical y al mismo tiempo guardar mis cosas y dormir sin necesidad de echar el cerrojo. Creo haberla encontrado. Sólo he visitado 2 casas antes. Una de ellas contaba que estaba situada en un barrio tranquilo, sin ruido y rodeado de parques y jardines. Me encontré en un callejón sin salida, estrecho, mugriento y subiendo a un apartamento construido en un almacén trasero de un restaurante. Si no hubiera sido porque la habitación por alquilar olía completamente a fritanga…tampoco hubiera estado tan mal. El otro…bien, vamos a decir que creo que la convivencia allí no hubiera sido posible. Casa victoriana regentada por loco y dos brujas que se matan entre ellas no aparecía en el anuncio. Con el tercero perdí toda esperanza y creí que tendría que subir bastante más mi presupuesto para vivir en condiciones. Pero fue amor a primera vista. Mi habitación, como las otras dos, da al jardín. No es un palacio pero cabe un armario, una mesilla de noche y una cama doble (si nos ponemos optimistas) perfectamente. Y los que van a ser mis compañeros de piso son normales. Y digo normales como cumplido y en el mejor de los sentidos porque hoy en día es lo que más escasea. El piso pertenece a Lucy, una galesa que trabaja en publicidad en la City y que se parece sentirse orgullosa de ella misma. Quizás se me pegue algo. Fue una anfitriona amable, educada y amigable. James, el otro habitante de la casa (me ha salido el ramalazo de Gran Hermano) es un gay declarado, dulce y que me preparó una cena exquisita cuando solo debía mostrarme lo que sería mi habitación. Es el chef de un buen restaurante en el Sojo donde mezclan comida oriental con la Mediterránea o con lo poco que pueden aprovechar de la inglesa. Estuvimos hablando durante horas y compartimos una botella de vino. Eso fue lo que me acabó de decidir. Si supierais cuánto cuesta una buena botella de vino en esta ciudad me entenderías. Fue amor a primera vista. Tanto con la casa como con ellos.
Así que aquí estoy, deshaciendo mi maleta y ordenando mies cajones que de momento parecen tan vacios, pero que poco a poco seguro que se irán llenando.

jueves, 10 de junio de 2010

Día 1

Camino por una ciudad, casi desconocida, descubriendo lo que va a ser mi futuro inmediato a cada paso.
Estoy en Londres, una ciudad increíble al menos para ir de vacaciones. Vamos a ver como se me da vivir aquí unos meses.
Aunque no os lo creáis…hoy no llueve. Al contrario, el sol se asoma entre delgadas nubes y calienta lo necesario como para que la temperatura sea muy agradable. Son las 12 del mediodía y los londinenses corren ya buscando algo que comer. Estoy paseando por el centro desde hace una hora y me dejo llevar por la multitud de turistas y de ciudadanos de a pie que salen del trabajo durante su “break” para un “lunch” y volver a sus quehaceres. Estos son los que te dirían que la vida aquí tampoco es nada fácil.
He llegado hace apenas dos días y creo encontrarme de vacaciones. En cierta manera así es. Sé que tengo que gestionar muchas cosas y empezar a situarme, encontrar un sitio donde vivir, clases para refrescar el idioma de la Reina y quizás con el tiempo un trabajo que me permita adentrarme en este nuevo mundo como una más. Pensar en todo lo que me espera, en la nueva vida que me tengo que formar de nuevo, me da vértigo y al mismo tiempo me escita. Muchos creerán que hay que estar muy loco o pasar por una enajenación grave si, teniendo un trabajo y un hogar, lo dejas todo para…para no tener nada seguro y irte directo a un precipicio.
Muchos otros creerán que es una aventura, una experiencia que hace tu vida más plena, más interesante y dónde seguro se pueden acumular varias anécdotas para contar a tus nietos cuando seas mayor.
Yo de momento no sé muy bien que estoy haciendo, no me ha dado tiempo para enfriar mi mente y darme cuenta del paso que he dado. Sólo sé que creo haber hecho lo correcto.
Mis dos queridos amigos me acompañaron al aeropuerto escapando de las replicas de mi madre de que debería ser ella la que me tendría que entregar a mi nueva vida, pero nunca le han gustado mucho los aeropuertos ni las esperas, así que al final le hicimos un favor.
Me abrazó fuerte, con lágrimas en los ojos y como si de una adolescente se tratara en su primer campamento de verano, me resalto cien veces que vigilara, tuviera cuidado, no me fiara de todo el mundo, que no saliera sola en medio de la noche, que no comiera algo que no conozco, que la llamara en cuanto llegara y que no entendía porque estaba haciendo esa chuminada tan grande.
Mi padre, pacífico, medido, se despidió de mí con una sonrisa deseándome suerte, que disfrutara y que absorbiera todo lo que me podía servir de algo.
Arrastrar mi maleta, con medidas considerables y comparables a un armario ropero, fue algo más difícil de sortear.
Nunca he sabido hacer un equipaje práctico y ligero, simplemente soy de las que lo meten todo en la maleta por si acaso. Y sí, ya sé que en esta ciudad también hay muchas tiendas, pero si yo ya tengo algo que me sirve, que me está bien…¿por qué debo buscar o comprar otro? Así que intenté sonsacarle a la señorita de facturación un perdón de unos 6 kilos. No fui yo quien lo consiguió. Sabía que tenía que llevar a Marc conmigo, aunque sólo fuera para ligarse a todas las azafatas del aeropuerto.
Y sin ninguna lágrima en mis ojos me despedí de mi gente, de mi esencia para encontrar un pedazo más de ella, en ningún caso otra diferente.
Sé que a Marc no le gustaré que cuente esto, pero lo sorprendí girándose de espaldas y secarse un poco los ojos. No esperaba menos de él.
Y aquí estoy dispuesta a buscarme, a encontrarme…sin dejar pasar nada por alto.

miércoles, 2 de junio de 2010

Último miércoles

Va a ser mi última visita. A partir de hoy me despido de este sofá donde tantas horas he estado sentada y contando mi vida y mis extrañas reflexiones a este paciente terapeuta.
Y aunque esperaba que al contarle mis planes me tomara, también él, por una chalada que no sabe lo que realmente quiere, me ha animado y apoyado completamente en mi idea.
Quien lo iba a decir. Supongo que cree que es la única manera de deshacerse de mí. Y, aunque al principio tenía mis dudas, le he contado hoy también que espero despertar como persona y que espero simplemente vivir. Me entiende, o eso dice.
- Por cierto, ¿qué tal fue la boda de tu hermana?
- No creo que ella lo quiera llamar boda, pero creo que nunca había visto una fiesta tan bonita.
Apenas unas 50 personas nos juntábamos en los grandes jardines de un parador ubicado en un desfiladero que da al mar. Desde esa altura se ven las olas del mar Mediterráneo chocando contra las rocas y provocando un sonido hipnotizante. El lugar tiene su propia historia de amor que viene de bastantea años. El cuento dice que un hombre adinerado vivía en esa casa con su mujer a la que adoraba. Cuando ella murió de una larga enfermedad, se encerró entre esas paredes triste, solo y esperando que se lo llevara la muerte a él también para volver al lado de su amada. Dicen que cada día cortaba una rosa del jardín para llevarla a la tumba de su esposa hasta que una tarde de primavera, cuando el mar estaba en calma, ella le tendió la mano y se fueron para siempre. Desde entonces crece un rosal bajo el árbol donde está enterrada ella.
Sí, lo sé, demasiado. No tenéis porque creerla. A mí me pareció romántico. Pero ya me conocéis…
Bien, pues a unos metros de ese rosal mi hermana sellaba su matrimonio con Olga, vestidas las dos con unos vestidos largos de sedas y gasas que se movían al compás del viento del atardecer. Sin tradiciones ni ceremonias largas y engorrosas. Sólo vino, deliciosa comida y buena compañía. Música tocada por un grupo con talento aún no descubierto y solo reconocido en pequeños locales. Simplemente. Perfecto.
Nos quedamos a dormir en el hotel ya que mi madre estaba un poco pasada de cava y tan feliz que nadie se atrevió a pararla, a pesar de lo esperado creo que fue la que mejor se lo pasó. Incluso mis padres hicieron un mini discurso y un brindis en honor a las homenajeadas y podría llegar a asegurar que a mi madre se le escaparon unas lágrimas.
Al día siguiente le dimos dos Ibuprofenos y nos la metimos en el coche para devolverla a casa. Me ha pedido que borre todas las fotos que la delatan. No lo he hecho. Siempre es bueno tener un as en la manga.
Mi hermana debe estar ahora tumbada bajo el sol de una playa cristalina de Bali pero me ha prometido que llegará antes que yo me marche para despedirse de mí.
Y a mí…sólo me queda unos días de trabajo, despedirme de la Sra. Armengol sin sonreír para que no se note cómo de feliz me hace deshacerme de ella durante un tiempo, preparar una maleta y mirar hacia delante.
- ¿Sabes? –me dice el hombre que me ha estado escuchando durante dos años una vez por semana- creo que te voy a echar de menos.

viernes, 28 de mayo de 2010

Shoping estrés

Decidí salir ayer en busca del vestido perfecto para la no-boda de hermana (única).
ME levanté con ganas suficientes y mucha ilusión de que mi meta podría estar resuelta para la hora de comer y entonces poderme sentar tranquila y disfrutar de un buen plato de pasta en uno de mis restaurantes preferidos. ¡Ilusa de mí!
Tomé un desayuno consistente porque sabía que enfrentarme al centenar de tiendas que me esperaban un sábado no era tarea fácil.
Quiero resaltar, antes de seguir, que el shoping, considerado deporte por muchas mujeres, no es lo mío. Supongo que si cada vez que intentara comprarme algo encontrara talla, que me quedaran las cosas bien a la primera o que no pareciese la mitad de veces un payaso, una fulana o una salchicha de Burgos, otro gallo cantaría.
Debe ser por eso que me limito a coleccionar zapatos. Es lo más sencillo para mí. O ropa igual o parecida en distintos colores, porque cuando encuentro algo con aprobado me lo llevo en varios colores.
Un vestido de boda con sus complementos (véase zapatos, bolso, joyería, etc…) tiene su riesgo.
Cuatro horas y media después de empujones, colas interminables, cambiadores con cortinas que no acaban de cerrar, dolor de pies…me rendía ante la derrota más obvia.
No tenía vestido pero me merecía mi plato de pasta. Así que derroche lo que tendría que haber sido mis últimas horas en un plato de tallarines a la salsa de salmón y almendras en la terraza del restaurante absorbiendo la vitamina E del sol. Disfrutando de todo sin sentirme culpable hasta que me llamó Marc.
No conozco mejor hombre para ir de compras. Y si tienes el placer de ser elegida para acompañarle en sesión de rebajas...seguro que vuelves a tu casa con un par de chollos prácticos y de buena calidad.
Así que cuando se enteró de mi derrota colgó el teléfono y se presentó ante mi mesa para arrastrarme de la mano a una boutique que, según él, tiene cosas preciosas y que no vas a ver en nadie más. Otro detalle es que lo tratan como si fuera el único cliente en el mundo, pero será porque la que lleva la tienda es una de sus ex.
Así que ahora me planto ante el espejo de mi habitación desordenada con un vestido de corte asimétrico, escote palabra de honor y de un color azul precioso con una tela que no dejaría nunca de tocar. No sé si es de mi estilo pero cuando mi amigo me lo vio puesto mando que lo envolvieran enseguida. Y confió en él.
Todo será cuestión de no pasar muchas más veces por el restaurante de pasta y prescindir del chocolate hasta la semana que viene.
A parte de eso…conseguido.

viernes, 21 de mayo de 2010

Últimas gotas

Una de las últimas botellas de buen vino que me quedaba en la despensa está ya en las últimas. Laura sirve las últimas tres copas. Bebemos sentados en la alfombra delante de la mesita del café repleta ahora de comida basura. ¡Cómo adoramos la comida basura en momentos de trascendencia vital!
Los miro reír y sé que pronto me alejaré de ellos por una temporada que quizás se me haga eterna. Estoy demasiado mal acostumbrada a tenerlos siempre ahí. Y sé que nada va a cambiar entre nosotros pero se me hace difícil pensar en ello.
Marc nos cuenta su última anécdota.
- Pues quise probar eso de ligar por internet y me metí en una de esas páginas para conocer gente.
- ¿Qué hiciste qué? –le pregunta Laura con la boca llena de pizza 4 estaciones.
- Calla, calla que la experiencia no fue muy buena. Resulta que te preguntan mil cosas para registrarte, supongo que para ofrecerte las personas más afines a ti. No se si podemos confiar mucho en esas técnicas.
Entre las 3 o 4 chicas que me dieron a elegir acabé chateando con una durante bastante rato. La verdad es que cuando me enseñó la foto no tuve muchas dudas. Y ataqué. Al final nos pusimos con la webcam.
- ¿Pero cómo era ella? –le pregunto analizando posibilidades y por pura curiosidad.
- Morena, de piel muy bronceada. Y creo que alta. Cuerpo atlético. Simpática. Muy simpática. Directa. Muy directa. Quizá a eso le di más puntuación de la necesaria. Pero si me iba a estar hablando con ella un buen rato la cuestión era divertirse. ¿No? Estuvimos contándonos la vida durante tres horas.
- ¡Tres horas! –gritamos las dos al unísono y casi atragantándonos con la comida.
- Sí. Tres horas que nos íbamos contando la vida mientras tonteábamos intercalando indirectas y palabras más subidas de tono. Hasta que ella me dijo que si quería ir a su casa.
- ¡Ah! –se me escapa un gritito. Aún no entiendo cómo puede sorprenderme cualquier cosa de las que Marc pueda contarme- ¿Y fuiste? ¡Es peligroso Marc!
- Bien, los planes se rompieron. Cuando yo estaba casi decidido a ponerme un pantalón para salir a la calle a las tres de la madrugada ella se me pone sincera y me dice que antes debe contarme un secretito. –Marc se queda callado y si no lo creyera imposible me parece que palidece un poco.
- ¡Marc! ¡Vamos! ¡Qué pasó? –le grita Laura.
- Pues que se me levantó la falda y me enseñó su gran secreto. Muy, muy grande.
- ¡No me lo puedo creer! –digo con la boca abierta mientras Laura no para de reírse tumbada completamente en el suelo- ¿Y qué haces en una situación así?
- ¿Pues qué quieres que haga? Me quede en blanco y recuerdo que grité algo así como “¡si la tienes más grande que yo!”.Evidentemente esa noche no salí, pero tengo una gran amistad con una medio chica maravillosa. Doy gracias que me lo dijera antes de que fuera demasiado tarde.

Cómo voy a echarlos de menos. Marc me ha prometido enviarme sus aventuras redactadas con pelos y señales cada semana.

jueves, 20 de mayo de 2010

Paso a paso

Supongo que la próxima vez que hablemos yo estaré recomenzando una nueva etapa, una nueva vida. He decidido marcarme una fecha límite, pero sin ningún objetivo fijo.
La fecha: después de la no-boda de mi hermana.
Me quedan 3 semanas. Tengo que hacer miles de cosas pero sobretodo hacerme a la idea. Hablaré con mi jefe, con los conocidos, con mi casero…la más complicada, que era mi madre, ya esté superada.
Como olvidar la cara que me puso cuando le conté mi idea. En cuestión de 5 segundos miró hacia otro lado y se me puso a hablar del tiempo y de la mermelada que había preparado esa mañana.
- ¿Mamá, has oído lo que te he dicho?
Supongo que no quería escuchar. Pero con la paciencia que he aprendido a acumular estos años y con dos horas de discusiones y conversaciones más tranquilas se dio por vencida y entendió que no había nada que hacer al respecto. Para su opinión irse así de repente dejando un trabajo fijo y un hogar es cosa de hippies impresentables y sin ningún tipo de responsabilidad que van a vivir la vida sin pensar en construir un futuro prometedor.
Quizá no le quite la razón de cuajo.
Bien, vamos por partes. Me voy corriendo a comprarme un vestido bonito que merezca la ocasión. Sólo tengo una hermana. Tengo que encontrar el regalo perfecto. Eso será más complicado ya que soy pésima para idear regalos en cualquier ocasión. Y por último ayudarla en algunos detalles que me ha pedido su ayuda mientras tramito mi camino al cambio.
Paso a paso y buena letra. Os mantengo informados.

martes, 11 de mayo de 2010

Sentimentalmente aburrida

- ¿Cómo que te vas? ¿A dónde? ¿Pero por qué? –me interroga Laia casi con lágrimas en los ojos.

Estoy bastante decidida a dar el paso. Llevo un tiempo pensándolo y creo que no es una idea tan descabellada.
Un tiempo fuera, una nueva lengua, nueva gente, comenzar de cero una nueva vida…quizá de mucho miedo pero también me excita saber el si soy capaz.
Y pensareis que quizás sea ya demasiado vieja para estas cosas, que eso de hace cuando una tiene 20 años. Pues yo os diré que nunca me he sentido tan capaz, animada ni necesitada para hacerlo como ahora.
Unos meses que me renueven el oxigeno y la mente y que hagan sentir de nuevo. Unos meses que me permitan quitarme de encima esta monotonía que me ahoga, este aburrimiento sentimental que me hace creer estar estancada sin rumbo.
Y si mi corazón no me traiciona, si no se echa atrás cuando se dé cuenta que deja atrás a sus mejores amigos y su hogar…en poco tiempo empezará mi aventura.

Intento contar-les todo esto a Marc i Laia que al final comprenden y me sonríen haciendo ya planes para cuando me vengan a ver.Mi madre no se lo tomará tan bien. Estoy segura

martes, 13 de abril de 2010

¿Memoria histórica?

El otro día estaba sentada en alguna parte que ahora no logro recordar…quizá el metro, o un banco, en la consulta del médico o en un café, leyendo un artículo que decía que George Clooney estaba soltero de nuevo. No logro a entender por qué sonreía contenta como si el hecho que ahora estuviera libre me daba una cierta ventaja en algo. Solo se que me alegró la noticia. Ya ves.
Ese no era el tema.
Lo que me sorprendió fue la conversación que tenía lugar a mi derecha. Una mujer mayor hablaba para un joven adolescente, supuse que era su nieto, con una mezcla de nostalgia no consentida por ella misma, tristeza y sabiduría. Se oía decirle el hambre que pasó su familia, y muchísimas más, en la guerra, en lo difícil que era saber que sus hermanos mayores estaban luchando uno contra el otro sin que nadie les hubiera preguntado de qué lado estaban y de cómo se vinieron a la ciudad andando con las pocas pertenencias que pudieron acarrear. El chico parecía ausente y mientras su abuela le hablaba él miraba hacia delante, se abrochaba el zapato o miraba el móvil en busca de nuevos SMS, pero de vez en cuando se giraba hacia ella y le sorprendía con alguna pregunta corta y improvista que ella respondía al acto. Sorprendentemente a él le interesaba la conversación.
Así que hice limpieza de teoría y de creer que la juventud no conoce nada de la guerra ni tampoco le interesa conocer. Siempre he defendido que si las series basadas en la época de la Dictadura o la transición tienen tanta audiencia es gracias a una demografía nada joven en este país. No se si el caso que presencié es único e irrepetible o si puedo generalizar en esto, solo se que las ganas de meterme en la conversación y preguntar a la señora que opina de lo que le está pasando al juez Garzón, por ejemplo.

martes, 30 de marzo de 2010

¿Demasiada humanidad?

Los pedos unen. O eso creo.
Vamos a intentar que estas líneas no sean demasiado escatológicas.

Todos sabemos que los principios de una relación, o si vamos más atrás, el tonteo, el ronroneo….intentan mostrar la perfección (irreal) de cada uno de los componentes. Como nos forzamos al principio por no mostrar ninguno de tus peores defectos, por comer con cuchillo y tenedor, tener cuidado en que no te gotee el aceite por la barbilla o ni tan siquiera nos atrevemos a sonarnos la nariz delante de la persona que queremos impresionar por miedo a que el acto no sea demasiado elegante o, que en el caso que se hiciera, quedara algún resto.
Ya ni hablamos de tirarnos un pedo, eructar o hacer pis con la puerta abierta con el peligro que te vean en esa pose que quita todo romanticismo. Incluso una amiga me contaba que ella intentaba por todos los medios que no se oyera el ruido del pis y que si tenía que ir al baño a hacer mayores le era bastante incómodo pensar que después podría entrar él y que conociera un aroma diferente al del perfume que usaba cuando se encontraban.
¿Es normal que sabiendo lo que hace cada uno en un baño, como humanos y con necesidades fisiológicas que tenemos, se intente anular del comportamiento ante el otro?
Recuerdo una vez, levantarme en una cama que no era la mía cuando mi ligue nocturno y casi desconocido aún dormía y corrí al baño a peinarme, lavarme la cara y incluso ponerme algo de ropa encima, cuando hacía apenas 5 horas había visto más de mí que mis propios progenitores. Y luego pensé porqué hago esto si esa persona ni me importa siquiera?
El sentirnos perfectos ante los demás, esconder las debilidades, lo que nos hace únicos, es un hecho comprobado cuando se trata de las parejas.
Hasta que llega ese momento en que uno da el primer paso. Cuando se consolida la confianza (que a veces da asco y todo) y ya se han visto en momentos bajos, rascándose partes del cuerpo con gestos poco delicados, o incluso ya ha existido el primer encontronazo (llamaremos debate), cuando estáis en el sofá mirando una película de acción y con la emoción de ver a Bruce Willis salvando el mundo a alguno de los dos de le escapa la primera ventosidad. ¿Se hace como que no ha pasado nada? O en todo caso ¿se quita un peso de encima porque ya no vas a tener que parecer alguien que en realidad no eres?
En ese momento si todo sigue adelante, si te das cuenta que aún el mal olor continúa gustándote, si le deseas más aún por ser más humano…entonces todo saldrá bien porqué el primer paso está superado.
A partir de entonces ya se pueden hacer campeonatos de quien eructa más fuerte o airear las sábanas si los pedos aparecen por sorpresa en la cama.
Todo esto da una confianza no comparable con nada, da una comodidad y el placer de sentirte a gusto, como en casa.

De todas maneras yo aún no he conseguido hacer pis con público o tan siquiera con la puerta abierta.

viernes, 26 de marzo de 2010

Un día como hoy

Qué he hecho hoy:
Me he levantado tarde, demasiado tarde. El despertador no me ha sonado. Quizás me olvidé de ponerlo anoche. Menos mal de esas madres coraje que se enfrentan cada mañana con dos o tres hijos, con sus desayunos y con la esperanza que lleguen al cole a tiempo. Los gritos de mi vecina llegan hasta el ático. Gracias a Dios.
Con las prisas casi me resbalo en la ducha, pero eso es lo de menos porque estoy muy acostumbrada a ser patosa desde que nací. ¿Qué le vamos a hacer?
He llegado corriendo al metro intentando esquivar al gentío cuando las puertas ya avisaban con su pitido que iban a cerrarse. No me podía permitir esperar al siguiente. La Sra. Armengol no tiene una buena semana. Así que he corrido para entrar en el último memento. Se me ha enganchado el abrigo entre las puertas. He quedado atrapada hasta la siguiente parada intentando disimular abriendo mi libro como si no me pasara nada.
Aún mis esfuerzos he llegado tarde, solo 15 minutos, pero suficiente para ver al bulldog con los brazos en jarras, con las piernas ligeramente abiertas para plantarse bien en el suelo y desafiarme a un combate. Soy demasiado pacifica para luchar. Pido perdón y me voy con la cabeza gacha a mi mesa mientras ella me sigue gritando todo lo que debería estar haciendo ya.
Evidentemente no soy de las que me pongo a trabajar enseguida que me siento sino que abro mi correo, ojeo el diario digital y alguna cosa más que prefiero no comentar porque no se nunca quien espía.
HE bajado a comer a la calle. Estamos en primavera y hoy en uno de esos días que se nota. El sol brilla y la temperatura es perfecta. Me senté a comerme mi bocadillo triple (con todo) y mayonesa. Me he manchado. Normal en mí también. Llevo el quitamanchas en el bolso. Por si acaso que ya nos conocemos.
A las 4 de la tarde me ha llamado mi hermana. Quería saber si podía salir antes para ayudarla a hacer algunos recados para su boda. Ojalá pudiera. Imposible. ME ha preguntado como llevaba las conversaciones con nuestra madre. Fatal, pero no se lo he dicho. Con un “estoy en ello” la dejo más tranquila. Pero tengo que conseguirlo.
Al salir del trabajo casi me arrolla una moto que salía de un parking. Me ha insultado y ha salido haciendo un ruido atronador. Son los amos de la calle. ¿Qué puedo hacer en contra de eso?
En casa me esperaba un trozo de pan de ayer, alguna pieza de fruta, un trozo de queso, vino, yogur y alguna lata que no se a que siglo pertenece. Llamo al chino y abro la botella de vino. Con eso me conformo.
Llaman a la puerta cuando estoy en mitad de mi serie y disfrutando de los tallarines. El vecino. Están arreglando la fachada del edificio. No llego a entender cuál es su queja y que he hecho mal. Me ha dejado a caldo al vecino del tercero. Estupendo, pero mi cena se enfría.
Echada en el sofá por fin, esperando que llegue la hora prudencial para irme a dormir sin que parezca una anciana, una gallina pero que mi cara esté pasable mañana…llaman al teléfono. MAMA aparece en la pantalla. No lo cojo. Ya he tenido suficiente por hoy.

Qué me gustaría haber hecho hoy:
- Levantarme tarde con el sonido de los pájaros, con aroma a café y al final de un sueño feliz
- Desayunar con zumo y cruasanes mientras leo los periódicos.
- Pasear bajo este sol primaveral, irme de compras y a algún museo (el lado intelectual compensa al otro).
- Quedar con mi hermana para poder ayudarla con sus preparativos y decirle que está todo solucionado con el tema de mi madre.
- Encontrar unos tejanos que me queden estupendos.
- Comer un arroz en la playa.
- Llegar a casa y que alguien me dé un masaje.
- Cenar parmesano, olivas, pan tierno y recién horneado y un bien vino.
- Que en la tele echen una buena película de Cary Grant.
- Y que haya pasado todo el día con unos tacones estupendos de 10 cm. en mis pies (a poder ser unos Louboutins) y que esté perfecta.

miércoles, 17 de marzo de 2010

El País 13-03-10

http://www.elpais.com/articulo/carreras/capital/humano/Explotacion/remunerada/elpepueconeg/20100314elpnegser_5/Tes

lunes, 15 de marzo de 2010

Volatil

Mi madre me ha llamado hoy para quejarse de la nieve. Me ha dicho que no hay derecho, que ella plantó la semana pasada las nuevas plantas en el jardín, que se estuvo un día entero removiendo tierra y regando con sulfatos y que ahora están todas tiesas, muertas y congeladas después de dos días enterradas en nieve.
Dejo que hable porque no hay quien la pare y porque estoy en el trabajo, así que no es plan….
Como decirle que a mí me fue de maravilla el exilio que me provocó los pocos centímetros que anularon esta ciudad por completo. Qué bien se está en casa con la manta por encima y con las galletas por delante.
Parece mentira que se colapse todo de esa manera y que se tarde tanto en actuar. No voy a meterme ahora en camisas de once varas y hablar de política, ayuntamientos y demás porqué no acabaría nunca.

Recibo un mail de una amiga donde me habla de la volatilidad del tiempo. Supongo que está en uno de esos días que te levantas nostálgica, con el mundo girado y con la mente pesimista. Y es que la monotonía del día a día provoca esa sensación demasiado a menudo y cada vez a más gente. ¡Cómo la entiendo!
En algún momento, en cualquier lugar un segundo de lucidez y cordura te hace preguntarte si estás en el lugar que deseas y haciendo lo que debes. El miedo, el pragmatismo y la maldita crisis te frena pero en mi caso ya me ha limitado demasiado.
He visto como gente demasiado joven y a la que he querido han desaparecido de un día para otro. He visto como de arriba te vienes abajo en segundos. Entonces te enfadas con el mundo y gritas como de injusto es todo. Luego se te olvida la moraleja de todo eso: vivir.

Así que con la nieve en mi balcón, con la calidez del comedor, con un buen libro entre las manos y con el regusto de las últimas palabras de mi querida amiga que no dejan de jugar en mi inconsciencia decido que el tiempo es demasiado corto y que quizá no tenga tanto que perder.

Tengo que tomar una decisión y tiene que ser pronto.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Café y pasta.

Me gusta, de vez en cuando, sentarme en un café a solas. Leo el diario, un libro, observo o simplemente estoy (que ya es mucho).
Con esta usanza he llegado a presenciar escenas que podrían llenar líneas aquí mismo o he escuchado conversaciones a mis espaldas que merecerían un capítulo a parte.
He sido testigo de cómo una amante increpaba al hombre que nunca dejará a su esposa. He asistido a primeras y últimas citas, a reencuentros después de años de espera…
Ayer mismo en la mesa de mi izquierda se sentaban una chica y un chico de no más de 17 años. Creo que ya se conocían, no demasiado, y algo estaba a punto de surgir. La conversación giraba entorno de preguntas y respuestas sobre antiguas relaciones o “rollos” como les llamaban ellos.

—¿Y has estado más de un año viviendo en Milán? —pregunta ella con voz demasiado estrepitosa característica de la juventud sin vergüenza y pudor.

El le cuenta como ha ido por Italia hasta que ella espera el momento clave para hacer la pregunta que más le interesa.

—¿Y has estado saliendo con alguien allí?

Y el chico del flequillo largo, con voz más suave (seguramente más pudoroso que su compañera) le dice que estuvo saliendo con una chica durante un año.

—¡Un año!—grita ella como si estuviera sola— Yo lo máximo que he estado con alguien son 4 meses y ya me agobié.

Supongo que el tiempo corre de diferente manera según la edad.

Y para no ser menos nuestra protagonista le explica la anécdota de un tío que se lió con ella cuando “presuntamente” aun estaba con otra y esa otra quería pegarla por haberle quitado al tío y que ella no tiene culpa alguna, ¿no? Y que el otro día se los encontró en la discoteca y que iban juntos de nuevo y que ella se asustó porque pensaba que la otra iría a por ella pero no fue así y a ella le da igual porque solo fue un rollo.

¡Demasiada información para mí! ¡Que pasión ponen estos chicos en el amor!
Evidentemente, alguna que otra vez me pillaron riéndome, no de ellos, no me crean tan malvada, sino de cómo cambia todo. Y no sólo porque la mayoría de las expresiones ya se me quedan muy atrás o porque cuando yo tenía 17 años se quedaba en el parque o en la plaza con todos los amigos mientras los demás iban tirando indirectas a la parejita en cuestión, sino porque con los años las relaciones (o rollos) toman unos derroteros menos serios en el pasado y más centrados en el futuro (prometedor). Es curioso que debiera ser todo lo contrario.
En la mesa de enfrente una pareja mayor, de unos 70 años, tomaban un capuchino cogidos de la mano.

—¿Me quieres? —le pregunta el señor de cara amable y mirada de enamorado.
—¿Y tu a mí?—responde ella con un toque de picardía.
—Muchísimo —le responde provocando una de las sonrisas más increíbles que nunca vi.

Y allí estaba yo, con mi café y mi cruasán de chocolate, sonriendo como una boba intentando averiguar cuantos años llevaban juntos, si aún era el primer amor de ambos o por el contrario la vida les había dado otra oportunidad.
¡Qué más da!

miércoles, 10 de febrero de 2010

Sesión de Miércoles: por voluntad divina

Ha llegado un momento que ya nada, o casi nada, logra sorprenderme. La gente me desconcierta a veces pero, luego, pensándolo fríamente me doy cuenta que muchas cosas podían ser previsibles. Pero ayer…ayer cuando estaba en el metro…no se.
—¿Qué no sabes?
—Ocurrió algo en el metro que hizo que me quedara insensible a cualquier reacción, sin poder decantarme hacia ningún lado, sin saber que pensar realmente y con una sensación…
—¿Robaron a alguien delante de ti?
—No, nada de eso.

Muchísimas veces en el metro, todos nos hemos encontrado con los músicos que nos tocan canciones pasadísimas de moda con un acordeón y un altavoz enganchado a un carrito, incluso con cantante incorporada. Otras tantas que nos venden encendedores o pañuelos de papel a cambio de un euro. Están también los que piden alguna moneda a voluntad del viajero de TMB mientras te cuentan su dura vida sin trabajo ni hogar. Alguna vez he visto algún señor que mostraba unos documentos que certifican su grave enfermedad, sus operaciones y como todo eso le impide encontrar trabajo.
Pero hoy nuestra protagonista es una mujer de nacionalidad indeterminada, al menos para mi ignorancia, ya que no acabo de situarlas nunca entre Rumania o algún país de cultura árabe. La mujer no llegaba a los 40 años, aun así se notaba envejecida por la vida y el sol le había curtido la cara. El pelo lo tapaba un pañuelo de color negro y llevaba una tunica hasta los tobillos y unas zapatillas de ir por casa. A diferencia de algunas que ya he visto, esta no llevaba un bebé en brazos, pero si una fotografía donde aparecían 6 niños de diferentes edades. Ella, con su poco e inteligible español, nos daba a entender que no tenía dinero para pañales, para comida para sus hijos, que no tenían casa. Nos bendecía en nombre de Dios uno por uno pasándonos la fotografía de sus niños por delante y la sostenía unos segundos para que pudieras contemplar sus caras. El nombre de Dios recurría bastante a sus labios mientras yo pensaba como se puede tener una fe tan inquebrantable en esa situación.
Cuando ella ha llegado hasta mí, el pasajero que estaba sentado a mi lado, con un traje gris y camisa azul impecable, ha sacado una tarjeta del bolsillo interior de la americana y se la ha ofrecido.

—Tenga, cójala. Aquí le pueden ayudar a encontrar un trabajo.

Ella la ha apartado con la mano y le ha dicho al hombre que ella no puede trabajar, que no se lo permitirían. Su obligación consta en cuidar a los hijos.

—Bien —le ha vuelto a decir el hombre mientras se sacaba la cartera y extraía algo de dentro —toma esto entonces. Aprende a usarlo y quizá así sea todo más fácil.
En la mano de aquel viajero había un preservativo que estaba ofreciendo a la mujer que pedía unas monedas. Pero ella horrorizada lo ha vuelto a rechazar, gritando que eso era pecado y que así no se cumple la voluntad de Dios. La voluntad de Dios.

—Bueno —le respondió el hombre guardando su cartera sin sacar una sola moneda para ella — Hágase su voluntad pues.

Un silencio ha envuelto el vagón entero mientras mirábamos la escena.
La mujer ha salido del metro y supongo que a esperar otro tren que le ofrezca mejor suerte.
Siempre he creído que debe ser muy duro encontrarte en alguna de estás situaciones tan difíciles donde necesitas pedir para sobrevivir y que si a mis hijos les faltara de comer, seguramente no tendría inconveniente en robar.
¿Pero realmente son ideas de una persona demasiado idealista, poco práctica, que estando desde el lado más fácil y cómodo se aplaca la mente intentando defender o comprender? ¿Ese hombre nos ha reflejado una verdad o una minoría insensible?

Me perdí en mis pensamientos dudosos y llenos de contrariedades antes de llegar a mi destino sacándome de mi retiro una conversación detrás de mí, donde un chico le contaba a su amiga como le habían puesto una multa de 300 euros la otra noche por orinar en la calle.

jueves, 4 de febrero de 2010

Visita inesperada

Quizás encontrarais en falta a mi madre. Hace tiempo que no llama por aquí.
Yo os aseguro que no.
Quiero a esa mujer, pero, por Dios, a veces supera mis límites y agota mis fuerzas.
Pasaré a relatar su ultima fechoría e intentaré hacerlo con la máxima objetividad posible para que estás líneas nunca puedan usarse como prueba de la causa de un asesinato premeditado y con alevosía.

El viernes por la noche invité a Marc y Laura a cenar a casa, es decir, yo pagué la comida china y abrí las botellas de vino que ellos trajeron.
Acabando ya la primera de las botellas, cuando el ambiente empezaba a tornarse más que festivo y las conversaciones interesantes, exactamente entre los rollitos de primavera y los tallarines con gambas, suena el timbre de la puerta.
Frenamos la conversación de golpe y cuatro ojos me miran fijamente interrogativos.

—No, no espero a nadie —les digo antes de que me pregunten.

Mi gran sorpresa cuando veo a mi estimada madre en el umbral de mi puerta con una bandeja envuelta en papel de aluminio entre las manos.

—¡Hola vida! —me dice con una gran sonrisa y empujándome para entrar en mi casa.

Libremente se dirige a la cocina con sus andares femeninos y un poco sinuosos, que yo no he heredado, mientra me va hablando.

—Qué sorpresa ¿eh? Mira cariño, hace una hora más o menos que he sacado este pastel del horno y he pensado “vamos a llevarle un trozo a mi hija y así la visito que hace días que no la veo”, porque hace tiempo que no nos veíamos ¿verdad? —y todo esto lo suelta sin apenas respirar mientras quita el papel de aluminio de la bandeja, saca dos platos de mi armario y sirve dos porciones —verás que bueno. Es una receta nueva….
—Mamá, mamá, espera. Tengo visita. Estoy cenando con Marc y Laura y….
—¡Ah! ¡En serio? ¡No te preocupes que hay para todos!

Sin poder abrir la boca, por falta de ocasión y por no saber que decir, me quedo mirando como sirve dos pedazos más de esa maravillosa tarta de color naranja que la ha traído hasta mi tranquilo hogar. Y sin dejar de hablar, contándome todo lo que ha hecho durante la última semana y todo lo que le han dicho que ella cree que tienen un mínimo de interés, me planta dos de los platos en mis manos y cogiendo ella los otros dos se encamina ante mí al salón.
Allí esperan mis dos amigos bebiendo su vino y al verla se quedan pasmados y con los ojos bien abiertos mientras intentan simular una sonrisa falsa y un saludo hacia mi madre.
Marc, que es el caballero y un pelota con las mujeres (cosa que a ella le encanta), se levanta y le da dos besos mientras le dice lo joven y guapísima que está. Laura aprovecha para mirarme con las cejas levantadas preguntándome sin hablar que está haciendo mi madre allí. Lo único que puedo hacer es mirarla y alzar los hombros con resignación.

—¡Cuanto tiempo sin veros! Pero miraos que guapos que estáis. ¡Sobretodo tu Marc! Mírate, pero si eres un bombón —dice picarona mientra mi amigo le sonríe con sus blanquísimos dientes y le devuelve el piropo. No creo que pueda soportar esto mucho rato más.

Y mientras nos hace comer el pastel sanísimo de zanahoria, receta de un nuevo chef inglés, según nos cuenta, se sirve una copa de vino tras otra mientras colapsa la velada. Interroga a Laura sobre su vida amorosa, aconseja a Marc sobre las mujeres y a mí…bien, a mí me recrimina cualquier cosa que se le apetece (como no).
Laura me mira y se ríe al ver mi cara cuando pongo los ojos en blanco al escuchar como la visita inesperada abraza el brazo de Marc y le adula sus músculos. Consecuencia del alcohol que mi madre está ingiriendo cada vez habla y ríe más alto y coquetea sin ningún miramiento con el hombre de la casa. ¿Soy yo la única que encuentra la situación un tanto embarazosa? Pues en vista de lo bien que se lo pasan ellos y de lo divertido que lo encuentra todo Laura, creo que sí.
Se han acabado las tres botellas de vino, y una entera se la ha bebido mi madre y aun tiene moral para pedir más.

—Mamá, no hay más vino para ti. Además, ¿no crees que es ya un poco tarde? ¿No estará preguntándose papá donde estás? —cruzo los dedos para que esto sirva para algo.
—¡Ah! ¡Tonterías! ¡Si me lo estoy pasando estupendamente! —hace un movimiento con el brazo para quitarle importancia a la hora y se levanta del sofá balanceándose un poco— voy a ver si tienes alguna otra botella escondida….—entonces fija la vista en la pared, quieta, inmóvil, poniéndose la mano encima de los ojos— creo que no me encuentro muy bien —susurra.

Cuando esa mujer, pasada ya de rosca esta noche, alza la mano para taparse la boca todos reaccionamos apartándonos de ella. Marc, con el brazo extendido, le acerca uno de los recipientes de plástico donde viene la comida china, pero ella lo aparta de un manotazo y sale disparada para el baño.

Unos minutos después, la visión de lo que ha sido mi madre, aparece ante nosotros con una cara entre verde pistacho y gris que nunca le había visto antes y que seguro que si estuviera en mejor situación y se mirará en un espejo le cogería un soponcio.

—Creo que me ha sentado mal el pastel. No creo que lo haga más —apenas se oye murmurar.

Así que despacho la noche enviando a mi ebria progenitora con su querido guardaespaldas a casa, que no creo que me lo perdone nunca, pero si no le hubiera dado tanta coba quizá otro gallo cantaría. Y Laura que desaparece por la puerta con una sonrisa picarona en la boca, como si fuera victoriosa de algo, y me guiña un ojo cómplice mientras me dice bajito: “Mañana estará mucho peor”.

Quizá sea malvada, pero esa idea me hace sonreír.

lunes, 25 de enero de 2010

Mear de pie no es fácil


Me perdonaran que ahora ponga en boca de una mujer alguno de los aspectos más curiosos de un hombre, al menos para mí lo era.

En realidad no envidio nada a un hombre, ni aunque ellos no se lo lleguen a creer, no he deseado nunca tener un pene entre las piernas. Más de una conversación nos ha llevado este tema y muchas veces nos hemos preguntado entre amigas como lo harán para doblar las piernas o sentarse sin ningún miramiento. Pero lo molesto que creemos que puede ser tener eso colgando es oreo tema que ahora no nos interesa.

Bien. Si había una cosa que podía desear de ellos era la manera de orinar.
Un viaje en coche: tú necesitas encontrar un baño, él sólo parar el coche.
Un bar, una discoteca, un concierto donde la cola de las chicas supera el kilómetro y medio y la de ellos te pasa por delante en cuestión de segundos. Entonces cuando llega tu turno te arremangas el abrigo hacia arriba al mismo tiempo que te aguantas el bolso. Intentas no poner los pies planos en el suelo cuando te bajas los pantalones para que el dobladillo no absorba esa humead que pringa el suelo. Mantienes el equilibro provocándote unas agujetas para una semana entera en los muslos pero no te permites sentarte en el water lleno de gotitas y cuando se acaba la operación intentas, con la boca ya que no te quedan manos, sacar un papel del bolso porque en este país nunca hay papel higiénico donde toca.

Podría enumerar bastantes más ocasiones donde creía que mear de pie era lo más práctico del mundo, pero mi fe se ha visto truncada por culpa de mi timidez y mi aprensión a la falta de intimidad. Y ese cambio de mentalidad tuvo lugar el lunes pasado cuando salía del baño de las chicas de la planta del despacho donde trabajo. Este se sitúa al lado del baño de hombres y su puerta hace ya un tiempo que no cierra muy bien. Así que cuando me dirigía de nuevo a mi mesa la mirada se escapó hacia dentro de ese otro mundo donde en las paredes se apilan urinarios sin ninguna protección ante las miradas (y las comparaciones) del vecino. Supongo que siempre lo he sabido pero el “clic” en mi cabeza ocurrió en el instante que vi la cara del becario cuando entró uno de sus jefes y se situó a su lado saludándolo y preguntándole qué tal había ido el fin de semana.
¿Situación incomoda? Para mí lo sería, esta y alguna más.
Existen en la pared contraría las tazas que están en sus cubículos pero entonces si entras en una de ellas queda demasiado evidente que es lo que vas a hacer.
¿Incomodo? Para mí lo sería.

A partir de aquí mi mente empezó a indagar sobre el tema y sobre si ellos le dan tanta importancia al momento intimo de hacer pis. Seguramente no y eso los diferencia del hecho que nosotras incluso intentamos camuflar los ruidos cuando tenemos a alguien en el baño de al lado. El tema del camuflaje de los ruidos también es otro tema para otro día porque se haría demasiado largo.
Existen varias técnicas y cada maestrillo tiene su librillo, así que dejemos el tema por hoy y permitidme que vaya al baño aliviada porque por unos instantes en este día voy a tener un poco de intimidad.

miércoles, 20 de enero de 2010

1+1= Multitud?

Cuando vives en la treintena pasas a tener dos tipos de amigos.
Los solteros con los que sales de fiesta, con los que te vas de vacaciones o los que siempre puedes hacer planes en el último minuto.
Luego están los que ya se han casado y tienen hijos o los esperan. Esos que te hacen sentir que el mundo gira demasiado deprisa y tú te quedas atrás sin saber porqué y sin darte cuenta.
Cuando quedas con una de esas parejas te miran con cara de lastima mientras ellos abrazados se tocan la barriga de 7 meses y te cuentan los nombres que tienen en mente y la decoración de la habitación de su futuro retoño.
Ellos que te intentan liar con sus otros amigos solteros sin pensar siquiera que quizá, remotamente, estés a gusto como estés.

Bien pues, el viernes pasado me invitaron a cenar a casa de unos amigos de esta segunda clase donde asistieron 3 parejas más con sus barrigas sietemesinas y sus respectivos hijos.
Recordarme que la próxima vez me quede en casa depilándome las piernas.

Porqué llegué a ser la única sin marido, sin hijo y sin hipoteca asistiendo a la cena no lo acabo de entender muy bien. Lo que sí se es que estuve sentada entre medio de una poltrona con un bebé que intentaba meterse la cuchara en la boca sin mucho éxito y un niño de unos 4 años que Bin Laden le llega a la suela del zapato.
Las conversaciones, que distan mucho de las que tenemos con Laura i Marc donde siempre acabamos hablando de lo mismo, se basaron en la compra de vivienda y sus respectivas reformas, en los colegios públicos y privados, en los gases, pañales, dientes, otitis, restriñimiento y otras causas del insomnio y de los partos. Cuando llegaron a esa parte fue suficiente para mí. Si ya no era suficiente desagradable escuchar detalladamente la rotura de aguas, cada centímetro de dilatación, dolores, almorranas, puntos, etc…, solo me faltó escuchar al orgullosos padre de familia decir que lo había grabado todo en video.
Y sí, me asusté de tal manera al pensar en la sesión cinematográfica que decidí salir por patas.

Y me marché dejando atrás los gritos de los niños malcriados mientras tiran los espaguetis al suelo y provocan las carcajadas de sus padres, me marché con una camisa de seda blanca y nueva llena de papilla porqué el comensal de mi derecha no domina muy bien sus reflejos, me marché del ambiente sin tabaco y sin tacos, me marché dejándolos a todos con su felicidad de familia de serie de televisión.
Y en cuanto puse un pie en la calle me encendí un cigarrillo y llamé a Marc y Laura porqué lo que más me apetecía en aquel momento era tomarme una copa con ellos y hablar de cualquier cosa que nos llevará al tema sexual (con protección que ya nos ha quedado claro en que acaba todo).

Quizás algún día mi vida esté llena de pañales y espaguetis pegados en la alfombra y quizás sea la mujer más feliz del mundo, pero hoy sin todo eso también lo soy. Vamos a disfrutarlo.

martes, 12 de enero de 2010

Sesión de Miércoles: Anuncio de boda

—Me hizo ilusión porqué hacía tiempo que no quedaba con mi hermana para tomar algo. Ella y yo solas. Para hablar. Cuando me llamó y me dijo que quería verme creí que algo malo pasaba y de repente me vino a la mente la imagen de cuando éramos pequeñas y yo la cogía de la mano para llevarla sana y salva a casa. Cuando éramos cómplices ante mi madre. Cuando yo era su hermana mayor y se creía todas las historias que le contaba.
Y cuando la vi entrar en la cafetería donde habíamos quedado, note de nuevo, en la medianoche, como una niña se colaba en mi cama y se dormía pegada a mí porque pensaba que bajo su cama había un mundo lleno de monstruos —sólo me atrevería a decir estas cosas sentada en este sofá.
—¿Y te molesta que ya no te necesite? —me pregunta mi confidente con el cuerpo echado hacia delante.
—Yo no creo que no me necesite. Tanto como yo a ella. Pero de una forma distinta a la de antes.


Sentada en la cafetería ante mí daba vueltas al café con la cucharilla provocando pequeños remolinos en la taza. Se veía sería y preocupada, pero eso no escondía aquella seguridad que tanto me gusta en ella.
Dos hombres la observan desde la barra y comentan entre ellos. Sara es guapa y muy femenina. Posee una belleza natural, poco forzada que la envuelve y atrae. Siempre me ha dicho que aunque no le atraiga el sexo opuesto le encanta que la miren y la piropeen.

Levantando la vista hacia mí, soltó la noticia de repente.

—Olga y yo vamos a casarnos.

Y qué rápido pueden llegar las lágrimas cuando ni siquiera has digerido la información que acabas de recibir. Como se puede mezclar la alegría, la ilusión, la sorpresa, la nostalgia…

Y me cuenta sus planes, me dice que ya tienen una casa en el campo, que les deja un amigo, para hacer la fiesta y que quiere que estén la gente que realmente quiere y que lo que más le preocupa es que nuestra madre no se lo va a tomar muy bien.
Ahorro animarla en este sentido. Las dos conocemos a esa mujer y sabemos como de cabezona es. Pero también se como quiere a su hija y que aunque grite mucho al principio y se niegue a la verdad acabará haciendo lo que debe.

Y entre la emoción y el síndrome de hermana mayor que vuelve al ataque acabo metiéndome en el berenjenal que nunca hubiera deseado.

—Déjamela a mí, yo hablo con ella.

No se ni donde me he metido.
 

Con mis pies en el suelo | Creative Commons Attribution- Noncommercial License | Dandy Dandilion Designed by Simply Fabulous Blogger Templates