martes, 30 de marzo de 2010

¿Demasiada humanidad?

Los pedos unen. O eso creo.
Vamos a intentar que estas líneas no sean demasiado escatológicas.

Todos sabemos que los principios de una relación, o si vamos más atrás, el tonteo, el ronroneo….intentan mostrar la perfección (irreal) de cada uno de los componentes. Como nos forzamos al principio por no mostrar ninguno de tus peores defectos, por comer con cuchillo y tenedor, tener cuidado en que no te gotee el aceite por la barbilla o ni tan siquiera nos atrevemos a sonarnos la nariz delante de la persona que queremos impresionar por miedo a que el acto no sea demasiado elegante o, que en el caso que se hiciera, quedara algún resto.
Ya ni hablamos de tirarnos un pedo, eructar o hacer pis con la puerta abierta con el peligro que te vean en esa pose que quita todo romanticismo. Incluso una amiga me contaba que ella intentaba por todos los medios que no se oyera el ruido del pis y que si tenía que ir al baño a hacer mayores le era bastante incómodo pensar que después podría entrar él y que conociera un aroma diferente al del perfume que usaba cuando se encontraban.
¿Es normal que sabiendo lo que hace cada uno en un baño, como humanos y con necesidades fisiológicas que tenemos, se intente anular del comportamiento ante el otro?
Recuerdo una vez, levantarme en una cama que no era la mía cuando mi ligue nocturno y casi desconocido aún dormía y corrí al baño a peinarme, lavarme la cara y incluso ponerme algo de ropa encima, cuando hacía apenas 5 horas había visto más de mí que mis propios progenitores. Y luego pensé porqué hago esto si esa persona ni me importa siquiera?
El sentirnos perfectos ante los demás, esconder las debilidades, lo que nos hace únicos, es un hecho comprobado cuando se trata de las parejas.
Hasta que llega ese momento en que uno da el primer paso. Cuando se consolida la confianza (que a veces da asco y todo) y ya se han visto en momentos bajos, rascándose partes del cuerpo con gestos poco delicados, o incluso ya ha existido el primer encontronazo (llamaremos debate), cuando estáis en el sofá mirando una película de acción y con la emoción de ver a Bruce Willis salvando el mundo a alguno de los dos de le escapa la primera ventosidad. ¿Se hace como que no ha pasado nada? O en todo caso ¿se quita un peso de encima porque ya no vas a tener que parecer alguien que en realidad no eres?
En ese momento si todo sigue adelante, si te das cuenta que aún el mal olor continúa gustándote, si le deseas más aún por ser más humano…entonces todo saldrá bien porqué el primer paso está superado.
A partir de entonces ya se pueden hacer campeonatos de quien eructa más fuerte o airear las sábanas si los pedos aparecen por sorpresa en la cama.
Todo esto da una confianza no comparable con nada, da una comodidad y el placer de sentirte a gusto, como en casa.

De todas maneras yo aún no he conseguido hacer pis con público o tan siquiera con la puerta abierta.

viernes, 26 de marzo de 2010

Un día como hoy

Qué he hecho hoy:
Me he levantado tarde, demasiado tarde. El despertador no me ha sonado. Quizás me olvidé de ponerlo anoche. Menos mal de esas madres coraje que se enfrentan cada mañana con dos o tres hijos, con sus desayunos y con la esperanza que lleguen al cole a tiempo. Los gritos de mi vecina llegan hasta el ático. Gracias a Dios.
Con las prisas casi me resbalo en la ducha, pero eso es lo de menos porque estoy muy acostumbrada a ser patosa desde que nací. ¿Qué le vamos a hacer?
He llegado corriendo al metro intentando esquivar al gentío cuando las puertas ya avisaban con su pitido que iban a cerrarse. No me podía permitir esperar al siguiente. La Sra. Armengol no tiene una buena semana. Así que he corrido para entrar en el último memento. Se me ha enganchado el abrigo entre las puertas. He quedado atrapada hasta la siguiente parada intentando disimular abriendo mi libro como si no me pasara nada.
Aún mis esfuerzos he llegado tarde, solo 15 minutos, pero suficiente para ver al bulldog con los brazos en jarras, con las piernas ligeramente abiertas para plantarse bien en el suelo y desafiarme a un combate. Soy demasiado pacifica para luchar. Pido perdón y me voy con la cabeza gacha a mi mesa mientras ella me sigue gritando todo lo que debería estar haciendo ya.
Evidentemente no soy de las que me pongo a trabajar enseguida que me siento sino que abro mi correo, ojeo el diario digital y alguna cosa más que prefiero no comentar porque no se nunca quien espía.
HE bajado a comer a la calle. Estamos en primavera y hoy en uno de esos días que se nota. El sol brilla y la temperatura es perfecta. Me senté a comerme mi bocadillo triple (con todo) y mayonesa. Me he manchado. Normal en mí también. Llevo el quitamanchas en el bolso. Por si acaso que ya nos conocemos.
A las 4 de la tarde me ha llamado mi hermana. Quería saber si podía salir antes para ayudarla a hacer algunos recados para su boda. Ojalá pudiera. Imposible. ME ha preguntado como llevaba las conversaciones con nuestra madre. Fatal, pero no se lo he dicho. Con un “estoy en ello” la dejo más tranquila. Pero tengo que conseguirlo.
Al salir del trabajo casi me arrolla una moto que salía de un parking. Me ha insultado y ha salido haciendo un ruido atronador. Son los amos de la calle. ¿Qué puedo hacer en contra de eso?
En casa me esperaba un trozo de pan de ayer, alguna pieza de fruta, un trozo de queso, vino, yogur y alguna lata que no se a que siglo pertenece. Llamo al chino y abro la botella de vino. Con eso me conformo.
Llaman a la puerta cuando estoy en mitad de mi serie y disfrutando de los tallarines. El vecino. Están arreglando la fachada del edificio. No llego a entender cuál es su queja y que he hecho mal. Me ha dejado a caldo al vecino del tercero. Estupendo, pero mi cena se enfría.
Echada en el sofá por fin, esperando que llegue la hora prudencial para irme a dormir sin que parezca una anciana, una gallina pero que mi cara esté pasable mañana…llaman al teléfono. MAMA aparece en la pantalla. No lo cojo. Ya he tenido suficiente por hoy.

Qué me gustaría haber hecho hoy:
- Levantarme tarde con el sonido de los pájaros, con aroma a café y al final de un sueño feliz
- Desayunar con zumo y cruasanes mientras leo los periódicos.
- Pasear bajo este sol primaveral, irme de compras y a algún museo (el lado intelectual compensa al otro).
- Quedar con mi hermana para poder ayudarla con sus preparativos y decirle que está todo solucionado con el tema de mi madre.
- Encontrar unos tejanos que me queden estupendos.
- Comer un arroz en la playa.
- Llegar a casa y que alguien me dé un masaje.
- Cenar parmesano, olivas, pan tierno y recién horneado y un bien vino.
- Que en la tele echen una buena película de Cary Grant.
- Y que haya pasado todo el día con unos tacones estupendos de 10 cm. en mis pies (a poder ser unos Louboutins) y que esté perfecta.

miércoles, 17 de marzo de 2010

El País 13-03-10

http://www.elpais.com/articulo/carreras/capital/humano/Explotacion/remunerada/elpepueconeg/20100314elpnegser_5/Tes

lunes, 15 de marzo de 2010

Volatil

Mi madre me ha llamado hoy para quejarse de la nieve. Me ha dicho que no hay derecho, que ella plantó la semana pasada las nuevas plantas en el jardín, que se estuvo un día entero removiendo tierra y regando con sulfatos y que ahora están todas tiesas, muertas y congeladas después de dos días enterradas en nieve.
Dejo que hable porque no hay quien la pare y porque estoy en el trabajo, así que no es plan….
Como decirle que a mí me fue de maravilla el exilio que me provocó los pocos centímetros que anularon esta ciudad por completo. Qué bien se está en casa con la manta por encima y con las galletas por delante.
Parece mentira que se colapse todo de esa manera y que se tarde tanto en actuar. No voy a meterme ahora en camisas de once varas y hablar de política, ayuntamientos y demás porqué no acabaría nunca.

Recibo un mail de una amiga donde me habla de la volatilidad del tiempo. Supongo que está en uno de esos días que te levantas nostálgica, con el mundo girado y con la mente pesimista. Y es que la monotonía del día a día provoca esa sensación demasiado a menudo y cada vez a más gente. ¡Cómo la entiendo!
En algún momento, en cualquier lugar un segundo de lucidez y cordura te hace preguntarte si estás en el lugar que deseas y haciendo lo que debes. El miedo, el pragmatismo y la maldita crisis te frena pero en mi caso ya me ha limitado demasiado.
He visto como gente demasiado joven y a la que he querido han desaparecido de un día para otro. He visto como de arriba te vienes abajo en segundos. Entonces te enfadas con el mundo y gritas como de injusto es todo. Luego se te olvida la moraleja de todo eso: vivir.

Así que con la nieve en mi balcón, con la calidez del comedor, con un buen libro entre las manos y con el regusto de las últimas palabras de mi querida amiga que no dejan de jugar en mi inconsciencia decido que el tiempo es demasiado corto y que quizá no tenga tanto que perder.

Tengo que tomar una decisión y tiene que ser pronto.
 

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