No vayáis nunca a comprar al Supermercado cuando tengáis hambre o en mi caso, cuando sales de trabajar y has tenido un día de perros.
En el día de hoy he ingerido un mínimo de 4.000 calorías.
Mi intención era, de camino a casa, comprar fruta y pasta de dientes. Cuando he llegado a la caja llevaba una bolsa de patatas al vinagre, una caja de galletas de chocolate, una tableta de chocolate con avellanas, pasta de dientes, leche, una botella de vino (por si a caso, nunca se sabe) y 4 manzanas que pretenden ser merienda y desayuno mañana (ja!).
Al llegar a casa, aun no me sentía culpable del todo así que me he quitado los zapatos, he saludado a mi gato y me he estirado en el sofá y he abierto la bolsa de patatas.
En la tele me aparece una mujer de unos 80 años de edad y con cara de cera que presume de su nuevo ligue, un playboy de 25 añitos que se dedica a salir desnudo en revistas y que juran que es amor verdadero.
Tan absorta estaba en la historia que cuando ha sonado el timbre de la puerta he saltado del sofá.
En la puerta me encuentro a Laura que entra decidida, apaga la tele y se planta ante mí con una sonrisa.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?
—Abre un par de cervezas y te lo cuento.
—No, yo no bebo cerveza.
—¿Qué no bebes cerveza? Pero si siempre te ha encantado.
—Es que engorda mucho y hoy empiezo el régimen. Me paso al vino.
—Emmm…ya. Haré como que no veo la bolsa de patatas en la mesa. Empiezas regimenes dos veces por semana. Bien, pues abre una botella de vino, aunque te tengo que decir que ahora se ha probado que la cerveza es buena para la salud y que no engorda en su justa medida.
—Vale, ve a por dos cervezas.
Cuando se pone así es mejor no llevarle la contraria. Bien, intrigada espero a que mi amiga venga de la cocina con las latas de la saludable cebada.
—Muy bien —me dice mi amiga emocionada— el sábado has quedado con un chico.
—¡¿Qué?! ¿De qué me estás hablando?
—El sábado a las 9 te pasará a buscar por casa y te llevará a cenar.
—¿Pero que dices? ¿Le has dado mi dirección a un desconocido? ¡Podría estar loco, o ser un psicópata!
—No está loco. Es un compañero de trabajo. Trabaja en la revista y es muy simpático.
—Ya. Has dicho que es simpático. Mala cosa. Es un callo ¿No?
—¡No es un callo! Es….del montón.
—Dios mío. Es un callo y trabaja en una revista femenina.
—Es muy listo, e inteligente, amable y trabajador. I el sábado vas a salir con él.
—No, no voy a hacerlo.
Le doy el último largo trago a mi lata de cerveza y voy a por otra lata a la nevera. Qué más da.
—A demás, el sábado no puedo.
—Sí que puedes. No tienes nada que hacer.
—Pero…¿porqué me hacéis esto? Yo no os he pedido que me busquéis a nadie.
—Lo sé, pero somos tus amigos y velamos por ti sin necesidad de que lo pidas. Eso y que me he jugado 50 € con Marc a que soy yo quien te presenta al mejor tío.
—Muy bonito. Apostando a mi costa.
—Tu ponte guapa y se tu misma.
¿Yo misma? Si claro. No conozco a ninguna mujer que haya ligado una noche siendo ella misma y vistiéndose como ella misma.
—Bien, me tengo que ir —Laura se dirige hacia la puerta mientras que yo la persigo con una mezcla de terror y asombro.
—No, no te puedes ir y dejarme con este marrón. Dime al menos como se llama.
—Horacio. Se llama Horacio.
—¿Horacio? Dios mío Laura. ¿Pero qué te he hecho yo? Cada vez que le llame por su nombre me echaré a reír.
—Te acostumbrarás. Ya te llamaré.
Y dándome un beso fugaz cierra la puerta dejándome de pie y con una cita a ciegas para el sábado con un tipo que se llama Horacio y que no se nada más sobre él.
Así que…ya os contaré.
jueves, 10 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario