jueves, 4 de febrero de 2010

Visita inesperada

Quizás encontrarais en falta a mi madre. Hace tiempo que no llama por aquí.
Yo os aseguro que no.
Quiero a esa mujer, pero, por Dios, a veces supera mis límites y agota mis fuerzas.
Pasaré a relatar su ultima fechoría e intentaré hacerlo con la máxima objetividad posible para que estás líneas nunca puedan usarse como prueba de la causa de un asesinato premeditado y con alevosía.

El viernes por la noche invité a Marc y Laura a cenar a casa, es decir, yo pagué la comida china y abrí las botellas de vino que ellos trajeron.
Acabando ya la primera de las botellas, cuando el ambiente empezaba a tornarse más que festivo y las conversaciones interesantes, exactamente entre los rollitos de primavera y los tallarines con gambas, suena el timbre de la puerta.
Frenamos la conversación de golpe y cuatro ojos me miran fijamente interrogativos.

—No, no espero a nadie —les digo antes de que me pregunten.

Mi gran sorpresa cuando veo a mi estimada madre en el umbral de mi puerta con una bandeja envuelta en papel de aluminio entre las manos.

—¡Hola vida! —me dice con una gran sonrisa y empujándome para entrar en mi casa.

Libremente se dirige a la cocina con sus andares femeninos y un poco sinuosos, que yo no he heredado, mientra me va hablando.

—Qué sorpresa ¿eh? Mira cariño, hace una hora más o menos que he sacado este pastel del horno y he pensado “vamos a llevarle un trozo a mi hija y así la visito que hace días que no la veo”, porque hace tiempo que no nos veíamos ¿verdad? —y todo esto lo suelta sin apenas respirar mientras quita el papel de aluminio de la bandeja, saca dos platos de mi armario y sirve dos porciones —verás que bueno. Es una receta nueva….
—Mamá, mamá, espera. Tengo visita. Estoy cenando con Marc y Laura y….
—¡Ah! ¡En serio? ¡No te preocupes que hay para todos!

Sin poder abrir la boca, por falta de ocasión y por no saber que decir, me quedo mirando como sirve dos pedazos más de esa maravillosa tarta de color naranja que la ha traído hasta mi tranquilo hogar. Y sin dejar de hablar, contándome todo lo que ha hecho durante la última semana y todo lo que le han dicho que ella cree que tienen un mínimo de interés, me planta dos de los platos en mis manos y cogiendo ella los otros dos se encamina ante mí al salón.
Allí esperan mis dos amigos bebiendo su vino y al verla se quedan pasmados y con los ojos bien abiertos mientras intentan simular una sonrisa falsa y un saludo hacia mi madre.
Marc, que es el caballero y un pelota con las mujeres (cosa que a ella le encanta), se levanta y le da dos besos mientras le dice lo joven y guapísima que está. Laura aprovecha para mirarme con las cejas levantadas preguntándome sin hablar que está haciendo mi madre allí. Lo único que puedo hacer es mirarla y alzar los hombros con resignación.

—¡Cuanto tiempo sin veros! Pero miraos que guapos que estáis. ¡Sobretodo tu Marc! Mírate, pero si eres un bombón —dice picarona mientra mi amigo le sonríe con sus blanquísimos dientes y le devuelve el piropo. No creo que pueda soportar esto mucho rato más.

Y mientras nos hace comer el pastel sanísimo de zanahoria, receta de un nuevo chef inglés, según nos cuenta, se sirve una copa de vino tras otra mientras colapsa la velada. Interroga a Laura sobre su vida amorosa, aconseja a Marc sobre las mujeres y a mí…bien, a mí me recrimina cualquier cosa que se le apetece (como no).
Laura me mira y se ríe al ver mi cara cuando pongo los ojos en blanco al escuchar como la visita inesperada abraza el brazo de Marc y le adula sus músculos. Consecuencia del alcohol que mi madre está ingiriendo cada vez habla y ríe más alto y coquetea sin ningún miramiento con el hombre de la casa. ¿Soy yo la única que encuentra la situación un tanto embarazosa? Pues en vista de lo bien que se lo pasan ellos y de lo divertido que lo encuentra todo Laura, creo que sí.
Se han acabado las tres botellas de vino, y una entera se la ha bebido mi madre y aun tiene moral para pedir más.

—Mamá, no hay más vino para ti. Además, ¿no crees que es ya un poco tarde? ¿No estará preguntándose papá donde estás? —cruzo los dedos para que esto sirva para algo.
—¡Ah! ¡Tonterías! ¡Si me lo estoy pasando estupendamente! —hace un movimiento con el brazo para quitarle importancia a la hora y se levanta del sofá balanceándose un poco— voy a ver si tienes alguna otra botella escondida….—entonces fija la vista en la pared, quieta, inmóvil, poniéndose la mano encima de los ojos— creo que no me encuentro muy bien —susurra.

Cuando esa mujer, pasada ya de rosca esta noche, alza la mano para taparse la boca todos reaccionamos apartándonos de ella. Marc, con el brazo extendido, le acerca uno de los recipientes de plástico donde viene la comida china, pero ella lo aparta de un manotazo y sale disparada para el baño.

Unos minutos después, la visión de lo que ha sido mi madre, aparece ante nosotros con una cara entre verde pistacho y gris que nunca le había visto antes y que seguro que si estuviera en mejor situación y se mirará en un espejo le cogería un soponcio.

—Creo que me ha sentado mal el pastel. No creo que lo haga más —apenas se oye murmurar.

Así que despacho la noche enviando a mi ebria progenitora con su querido guardaespaldas a casa, que no creo que me lo perdone nunca, pero si no le hubiera dado tanta coba quizá otro gallo cantaría. Y Laura que desaparece por la puerta con una sonrisa picarona en la boca, como si fuera victoriosa de algo, y me guiña un ojo cómplice mientras me dice bajito: “Mañana estará mucho peor”.

Quizá sea malvada, pero esa idea me hace sonreír.

1 comentario:

milagros dijo...

Le hago esto a mi hija y me pone arsénico en el vino.
Muy bien con esos diálogos, eh?

 

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