viernes, 17 de junio de 2011

De caballos y hombres

Creo que hoy he traspasado la linia (y no me refiero a la linia de la que hablan los que gobiernan por allá y que no escuchan a su pueblo).
Creo que hoy he corridor el gran riesgo de ser pillada, escrutada, juzgada y quizás detenida. Y eso en un país que no es el tuyo no es nada bueno.

17:35h de la tarde. Paseo después de un día de trabajo. Bajando desde Trafalgar Square hasta Westminster donde cojo el autobús.
Por Whitehall ando más tranquila y sintiendome completamente rodeada de un encanto muy inglés y de esa historia que forma parte de esta antigua ciudad.
Supongo que sólo una imigrante puede hacerlo varias veces al mes sin aburrirse de ello.
Y una vez más mezclandome con los turistas fotógrafos me paro ante la Horse Guard. No me pregunteis porque, aunque lo haya visto cientos de veces no puedo dejar de sorprendeme. Es como un imán, incluso cruzo la calle para respirar el aroma a ese noble animal resignado. Me encandila su belleza, su paciencia, el estar allí de pie durante horas dignamente, dejándose fotografiar sin que le moleste lo mas mínimo y degradándose hasta el punto de hacer allí mismo sus necesidades.
Rozamos la crueldad en este tema? No voy a meterme en estos berenjenales, que ya sabemos como son los ingleses. Muy suyos para lo suyo.
Y esos guardias, tersos y tiesos con sus trajes rojos impolutos de mil botones dorados, de pantalones apretados y de penachos de plumas saliendo de sus cabezas. Sólo una única regla….no te muevas. No sienten, ni sufren, ni padecen. Con mirada perdida al frente, al ninguna partecumplen con su misión. Y llenos de orgullo inflan su pecho cuando el flax se dispara. Y nada ni nadie podrá despistarlos, hacer que reaccionen, que pesañeen, que suden…. Y eso amigos supongo que es ser inglés, inglés de verdad.
Pero esta tarde, estando allí de pie mirando como una madre de procedencia desconocida para mí pensaba si poner a su bebé encima del caballo para la foto o dejarlo en su cochecito, he notado, como una brisa sueve de verano tambalea una hoja, como una mirada se dirigía a mí. Y girando la cabeza a ese hombe de rojo montado a caballo me he encontrado con una sonrisa y un guiño, uno de esos llenos de complicidad y que nunca llevan a nada bueno.
Ante mi asombro he mirado hacia atrás asegurandome que ese alarde de rebeldía estaba dirigido a mí, y que si asi fuera nadie más se habría percatado de la falta. Y reencontrando mi mirada con la del sujeto en cuestión aprecio como esa sonrisa prohibida va desapareciendo justo a tiempo para esa foto, que con un poco de suerte será una prueba que perdurará en el álbum de alguna familia, que una vez viajo a Londres.

Que tonterias pueden hacerte levanter el animo, verdad?

Y como mi suerte no es muy frecuente y cuando aparece hay que pillarla y no dejar que se escape…me he parado ante Downing Street. Quien sabe si en ese momento sale el Primer Ministro y me dedica otro de esos guiños britanicos.

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